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Noviembre 2021: Celebramos 20 Años en Defensa de la Vida de los Cetáceos

Elsa Cabrera, directora ejecutiva Centro de Conservación Cetacea

El 9 de noviembre de 2001 comenzamos a cumplir el sueño que nos unió ese día para crear el Centro de Conservación Cetacea. Estábamos llenos de energía e ilusión sobre la oportunidad de trabajar en la protección de los delfines, las ballenas y su hogar, el océano.

En esos días el conocimiento sobre los cetáceos en el país era muy limitado. La mayoría de las personas pensaban que para ver delfines o ballenas había que viajar lugares exóticos y lejanos, o visitar delfinarios u otros centros de cautiverio para conocer a estos mamíferos marinos.

También había desconocimiento sobre la importancia de estudiar y proteger a los ejemplares que varan muertos o enfermos en la playa. En varias ocasiones, animales que varaban, incluso moribundos, eran rápidamente faenados para ser consumidos, sin compasión por su sufrimiento y desconociendo los riesgos asociados a la salud humana.

Tampoco se difundía mucho la historia de la ballenería en Chile. Pocos sabían que cientos de flotas extranjeras habían llevado al colapso a especies emblemáticas que eran abundantes en aguas chilenas como la ballena azul, franca, jorobada y el cachalote.

Había mucho por hacer y dentro de nuestras prioridades habíamos destacado la necesidad de consolidar una política de Estado conservacionista con todas las especies de cetáceos. Pensábamos que era un objetivo a largo plazo pues sabíamos que podría encontrarse con un gran número de barreras en el camino. Nos propusimos una meta de 15 años para lograrlo.

Comenzamos difundiendo la existencia de los cetáceos en Chile. En 2002 recorrimos el país de norte a sur con una muestra de réplicas de delfines y ballenas tamaño real que fue visitada por más de 70 mil personas. Realizamos actividades con miles de niños que se maravillaron de saber que en las aguas chilenas viven cerca de la mitad de todas las especies de cetáceos en el mundo. El compromiso de madres, padres, hijas e hijos quedó impreso en más de 20 mil firmas que llamaban al gobierno de la época a comprometerse con la protección de estas especies. Las firmas fueron entregadas durante la Conferencia de las Partes de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre (CITES) que se realizó en Santiago en Noviembre de 2002; y a pesar de la presión de países como Japón, las autoridades escucharon la voz de las personas y apoyaron el resguardo a las ballenas.

Al año siguiente nos dedicamos a recorrer el país en una busca de una especie que había sido históricamente abundante a lo largo de la costa chilena y sobre la cual no existía prácticamente ningún registro en las últimas décadas. Así nació el Proyecto Ballena Franca Austral. Visitamos decenas de caletas del norte, centro y sur del país distribuyendo afiches sobre la especie y creando una Red de Avistamiento con pescadores, operadores de turismo y personal de la Armada de Chile para que pudieran identificarla y avisarnos cuando la vieran. El resultado fue increíble. Durante los primeros años del proyecto aumentamos en un 300% el número de registros de la especie, lo que nos permitió hacer un análisis de sus avistamientos que concluyó que la población presente en Chile y Perú tendría menos de 50 individuos maduros. Con esta información, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza clasificó en 2008 a la población de ballena franca austral de Chile y Perú En Peligro Crítico, llamando la atención de las autoridades nacionales y la comunidad internacional a realizar los mayores esfuerzos para evitar su extinción. Y fue así como en 2012 impulsamos en la Comisión Ballenera Internacional la creación del Plan de Conservación y Manejo para esta población que hasta el día de hoy implementa acciones orientadas a evitar la muerte por causas antropogénicas y desarrolla acciones concretas para su protección en Chile como en Perú.

Buscando a las ballenas francas llegamos en 2004 al noroeste de la isla grande de Chiloé. El gran número de ballenas avistadas desde la costa nos había llamado la atención y comenzamos a desarrollar un proyecto para saber de qué especie se trataba y trabajar con la comunidad local en el desarrollo de turismo sostenible de observación de fauna marina. De esta manera nació el Proyecto Alfaguara (ballena azul) que se ha convertido en el programa de investigación científica sobre esta especie más largo del país. Gracias a la información reunida bajo el proyecto Alfaguara, hoy sabemos que la población de ballena azul presente en Chile es del alrededor de 600 individuos. También descubrimos que la mayor agregación de ballenas azules en Chile ocurre entre 39oS y 44oS donde llegan todas las temporadas de verano para alimentarse de un pequeño crustáceo similar a un camarón, conocido como kril. Y como la conservación de los cetáceos requiere de esfuerzos globales, en 2007 propusimos la creación de un catálogo de foto identificación individual de ballenas azules del hemisferio sur donde actualmente participan decenas de investigadores de Australia, Nueva Zelandia, Timor Leste, Pacifico Sudeste, Pacifico Tropical, Sri Lanka, Madagascar, Sudáfrica y Antártica. Gracias a esta labor cooperativa hoy el catálogo se ha consolidado como el más grande e importante para la especie a nivel global, brindando información esencial sobre abundancia y tendencia poblacional, así como sobre los movimientos migratorios de estos gigantes marinos.

A medida que aumentaba el conocimiento sobre los cetáceos presentes en Chile, su historia, biología e importancia económica para el turismo responsable de observación de fauna marina, las autoridades nacionales comenzaron a participar más activamente en la Comisión Ballenera Internacional, el organismo encargado de la conservación de estas especies a nivel global. Y es así, como en 2008 Chile se convirtió en el país anfitrión de la 60 asamblea plenaria de la CBI que se realizó en Santiago. Junto al Centro Ecoceanos, vimos en este evento la oportunidad para cumplir el objetivo de consolidar una política de Estado comprometida con la protección de los cetáceos y lanzamos la campaña ´Chile 2008, Santuario de Ballenas´. Necesitábamos demostrarles a las autoridades que los cetáceos ya no eran vistas sólo como especies exóticas ni lejanas para los chilenos, y que la gran mayoría quería que el país se comprometiera de manera permanente – e independiente del gobierno de turno – con su protección. Para lograrlo hicimos una encuesta con la empresa más prestigiosa en ese momento y su resultado, de acuerdo con su director, fueron históricos y sin precedentes: un 99 por ciento de la ciudadanía chilena apoyaba la creación del santuario de ballenas y más de un noventa veía en esta medida el legado más importante de la presidenta de la época para las generaciones futuras. Fue así como en menos de ocho meses de campaña y gracias al apoyo de más de 100 organizaciones civiles nacionales y extranjeras, que el Congreso aprobó por unanimidad la creación de la Ley 20.293 de Protección a los Cetáceos. La ley o el santuario de ballenas de Chile, como se le conoce popularmente en el país, se ha convertido en un ejemplo a nivel internacional por ser una de las más completas y efectivas. No sólo prohíbe de manera permanente la caza de cetáceos en todas las aguas jurisdiccionales chilenas, sino que también puso fin al cautiverio de delfines, generó las bases para la creación y adopción en 2011 del Reglamento Nacional de Avistaje de Delfines y Ballenas en Chile, institucionalizó la Red de Avistamiento creada por CCC en 2003 bajo la administración de la Armada de Chile y cerró para siempre las puertas a la constante presión de Japón de convertir la zona más austral de Chile en un puerto para las operaciones balleneras que ese país desarrollaba en la Antártica.

Pero las amenazas para las ballenas no se detenían y en 2010 tuvimos que desarrollar la campaña ´Cero Caza de Ballenas´ frente a la arremetida de Japón en la CBI de eliminar la moratoria global sobre la caza comercial de ballenas, que se encuentra vigente desde 1986. Junto a decenas de organizaciones civiles latinoamericanas, lideramos con éxito acciones para detener un paquete de engañosas medidas que buscaban legitimar la denominada caza científica de ballenas de Japón en la Antártica. Gracias a la presión de la sociedad civil latinoamericana, el acuerdo, conocido como El Futuro de la CBI, tuvo que ser retirado, brindando al año siguiente a Australia la oportunidad de presentar ante la Corte Internacional de justicia una demanda contra Japón por violar la moratoria en el Océano Austral. Tras dos años de litigio, la Corte Internacional de Justicia sentenció a Japón a cerrar el programa de caza “científica” de ballenas en Antártica (JARPA II) por violar las aguas del santuario ballenero del Océano Austral, creado por la CBI en 1994.

Sin embargo, las autoridades japonesas continuaron socavando la moratoria, cambiando el nombre del programa “científico” (NEWREP-A) y reduciendo el número de ballenas cazadas, con miras a continuar avanzando hacia la reapertura de la caza comercial a nivel global. Frente a esta arremetida, trabajamos sin descanso y en alianza con organizaciones nacionales, regionales y extranjeras para promover medidas al interior de la CBI que modernizaran este organismo internacional. Fue así como logramos impulsar con éxito resoluciones para integrar el trabajo de las organizaciones de la sociedad civil dentro de la CBI con los mismos estándares y derechos que en otros organismos internacionales modernos; actualizar los mecanismos del trabajo del Comité Científico de la CBI, incluyendo el reconocimiento de los cetáceos menores en las medidas de conservación y manejo de la Comisión; y consolidar los procesos democráticos en este organismo internacional mediante el derecho inalienable de los países a tomar las decisiones por votación.

Más recientemente, en 2016, impulsamos la presentación de una histórica resolución para incluir el rol de los cetáceos en el funcionamiento del ecosistema en los procesos de decisión de la Comisión Ballenera Internacional, que fue adoptado por la mayoría de sus miembros y que fue reforzado en 2018 mediante una segunda resolución. La aprobación de esta iniciativa convirtió a la CBI en el primer organismo internacional en incluir esta temática en los procesos de decisión sobre la conservación y manejo de la biodiversidad y ha sido rápidamente tomada como ejemplo en otros organismos internacionales como la Convención sobre Diversidad Biológica, la Convención de Especies Migratorias y más recientemente la IPCCC. Ese mismo año participamos colectivamente junto a otras organizaciones regionales en promover la adopción de la Declaración de Florianópolis, cuya aprobación de parte de la CBI fortaleció los principios de protección de todas las especies de cetáceos en la CBI y terminó con la insistencia de Japón de socavar la moratoria, cuando esta nación decidió retirarse de la Comisión Ballenera Internacional.

Han sido 20 fantásticos e increíbles años donde hemos cumplido con éxito los objetivos que nos hemos propuesto. No lo habríamos logrado sin el apoyo de tantas organizaciones civiles que nos han apoyado a lo largo de estas dos décadas, así como de miles personas en Chile, Latinoamérica y alrededor del mundo que se han unido a campañas y acciones estratégicas para la conservación de los cetáceos. A todos enviamos nuestros más profundos agradecimientos y esperamos continuar trabajando conjuntamente durante los próximos años en lo que nos mantiene unidos y motivados: la conservación de los cetáceos y la vida de este increíble planeta.