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Antártica: La “carrera olímpica” por el kril y la credibilidad de su organismo internacional regulador

Elsa Cabrera, directora ejecutiva Centro de Conservación Cetacea; Juan Carlos Cárdenas, director ejecutivo, Centro Ecoceanos

Corría el año 1982 cuando la necesidad de regular la pesquería de un pequeño crustáceo similar a un camarón, conocido como kril antártico, culminó en el establecimiento de la Convención para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCRVMA). Este organismo internacional de carácter multilateral, creado bajo el alero de la Organización de las Naciones Unidas, tiene como objetivo, tal como su nombre lo indica, la gestión y la conservación del ecosistema del océano austral y la antártica. Desde su génesis, la CCRVMA ha reconocido que la vida en el continente blanco depende de la abundancia y salud del kril antártico. Sin embargo, cuatro décadas después, esta verdad colisiona con una compleja realidad, en la que se entrelazan intereses geopolíticos y comerciales, que ponen a prueba la razón de ser de la Convención.

Hace más de 40 años, el uso comercial y la intensidad extractiva en la explotación del kril antártico estaba limitada por las tecnologías de captura y de procesamiento en los barcos factorías de la época. Su conservación a bordo resultaba extremadamente compleja, manteniendo su captura en una discreta marginalidad extractiva, que permitió a la CCRVMA centrarse en la regulación de otras pesquerías. Dicha pausa, constituyó un respiro para el frágil y presionado ecosistema del océano austral. Sin embargo, la tregua ha terminado.

Las últimas décadas han visto cómo la ingeniería naval, y las tecnologías de procesamiento y de preservación del kril extraído, han superado todos los obstáculos. El resultado ha sido la expansión exponencial de esta pesquería, convirtiéndola en una de las más importantes del Océano Austral. Sin embargo, mientras el número de barcos factoría se multiplican y perfecciona su eficiencia extractiva, el sistema de gestión pesquera no evoluciona al mismo ritmo.

Y es que el sistema de ordenación pesquero de la CCRVMA se basa en el enfoque y estilo de “carrera olímpica”. Una fórmula que es tan simple como peligrosa. Consiste en fijar una fecha de apertura para la pesca y un cierre cuando ésta alcanza el límite de captura total permitido. Esto, incentiva a las flotas industriales autorizadas en cada área, a competir en una carrera frenética por intentar capturar la mayor parte de la cuota asignada anualmente. En la actualidad, el resultado de esta “gestión pesquera”, es una presión que se concentra en un breve período y – lo que es más grave – en un espacio acotado, sobre las concentraciones de kril.

El fracaso para asegurar una mejor y racional distribución del esfuerzo pesquero durante el 2024, significó que la totalidad del límite de captura de kril —620.000 toneladas anuales— se concentrara de manera alarmante en las aguas de la Península Antártica. Conocida como el corazón biológico del continente helado ésta es un área vital para la alimentación de pingüinos, focas y ballenas.

El resultado de esta combinación es preocupante. Por primera vez en la historia, la pesquería de kril antártico cerró anticipadamente el 1 de agosto de 2025, al alcanzar el límite de captura en un tiempo récord. Este hito extractivista no es precisamente un éxito de gestión, sino el síntoma de un sistema depredador que está en aprietos. Mientras la carrera olímpica se desarrolla, sus mortales consecuencias  – percibidas como daños colaterales  – se acumulan. Al menos seis ballenas han muerto desde 2020 en los alrededores de la península Antártica occidental y las islas Orcadas del Sur debido a interacciones letales con los grandes barcos factorías que capturan  kril. Dos de estas muertes —en 2024 y 2025— involucraron a la nave chilena Antarctic Endeavour, propiedad de Pesca Chile S.A., del holding Frío Sur.

La tormenta perfecta en el Océano Austral

Además de la presión pesquera, las poblaciones de kril antártico están sufriendo los impactos del cambio climático. Durante el invierno austral, las larvas de kril dependen críticamente de las algas que crecen bajo la superficie del hielo marino. Menos hielo significa menos alimento y menos áreas de refugio para este crustáceo.

En 2022 y 2023 se registraron las menores extensiones de hielo marino de la historia antártica. Esto resulta especialmente grave, si consideramos que la ciencia demuestra que estas condiciones contraen el área de distribución del kril. La retracción del hábitat del kril por el calentamiento global coincide con la concentración explosiva del esfuerzo pesquero, convirtiendo a la Península Antártica – uno de los lugares del planeta donde la temperatura aumenta más rápidamente  – en el epicentro de una crisis ecológica.

La presión combinada del cambio climático y la pesca de kril pone en peligro uno de los mayores éxitos de conservación de los últimos tiempos: el lento pero esperanzador aumento de las poblaciones de ballenas, un logro de la moratoria global sobre la caza comercial adoptada en 1982 por la Comisión Ballenera Internacional (CBI). No deja de resultar paradójico que el mismo año que se creó el organismo internacional encargado de conservar la biodiversidad del Océano Austral, la CBI haya tomado la decisión histórica de salvar a los gigantes marinos que habitan sus aguas. Hoy la falta de acciones concretas de la CCRVMA está amenazando el éxito de la CBI.

Ante este panorama preocupante, los miembros de la CCRVMA se reúnen desde el lunes en su sede de Hobart (Australia) para abordar, entre otros temas, el acelerado crecimiento y la creciente concentración de la pesquería de kril. Si bien esta no es una tarea nueva, el desafío actual supera con creces a los de años anteriores. Las constantes muertes de ballenas, la concentración de la pesca en áreas críticas para la biodiversidad antártica y la desmedida carrera por alcanzar el límite máximo de captura en el menor tiempo posible, no solo son alarmantes por su impacto directo en el ecosistema, sino que evidencian el debilitamiento de la arquitectura de conservación marina de carácter multilateral. La grave falta de liderazgo de la CCRVMA amenaza el cumplimiento de su mandato fundamental: la efectiva conservación de la especie que sustenta toda la vida marina antártica.

Considerada por décadas como un ejemplo de gestión y conservación internacional, la CCRVMA avanza hacia una crisis de legitimidad. Su inacción no responde a un problema técnico sino político que está socavando el principio precautorio que debería guiar todas sus decisiones. Esta desviación se hace evidente en el estancamiento de la creación de un Área Marina Protegida en la Península Antártica (Dominio 1). Aunque la gran mayoría de sus miembros apoyan esta propuesta, la oposición sistemática e injustificada de la Federación Rusa y de la República Popular China, han bloqueado el consenso necesario para ser adoptada. Su establecimiento no solo protegería a poblaciones de cetáceos cuya reproducción depende del kril, sino que también resguardaría zonas de cría y desarrollo vitales para la supervivencia del kril antártico.

En las próximas dos semanas, las deliberaciones en Hobart trascenderán el debate sobre cuotas y temporadas de pesca. Lo que realmente se pondrá a prueba es la capacidad de la CCRVMA para cumplir con el mandato de proteger la biodiversidad de uno de los ecosistemas clave para la mantención de la vida y el bienestar de todo planeta. El resultado evidenciará si este organismo internacional puede responder de manera efectiva a las necesidades de conservación del siglo XXI o si, por el contrario, debilita su enfoque precautorio para privilegiar los intereses geopolíticos y comerciales por encima su mandato de conservación.