¿Qué hay detrás de la nueva estrategia japonesa de comercializar carne de ballena en máquinas expendedoras? Esta es la pregunta que muchos se realizan tras conocerse la noticia de que la empresa japonesa Kyodo Senpaku ha instalado cuatro máquinas que ofrecen piel, carne congelada y trozos de ballena cocida en conserva en la capital nipona y otras localidades del país asiático.
Después de todo, desde los últimos sesenta años el consumo de este tipo de alimentos sólo ha disminuido. En 1962 la carne de ballena era la segunda más popular en el mercado japonés, con más 230 mil toneladas comercializadas al año. Para 2021 su popularidad ya había caído estrepitosamente a sólo 1000 toneladas.
Sin embargo, el gobierno de Japón continúa entregando millones de dólares en subsidios anuales para mantener activo un mercado que carece de consumidores. Las múltiples estrategias han incluido la introducción de carne de ballena en las meriendas escolares, campañas culinarias y hasta un sitio web dedicado a promover los locales que la comercializan. La venta a través de máquinas dispensadoras pareciera ser una táctica más para resucitar el consumo de estos mamíferos marinos en el país oriental.
Kyodo Senpaku, la empresa pesquera históricamente designada por el gobierno japonés para comercializar la carne de ballenas capturadas ilegítimamente en la Antártica bajo supuestos fines científicos, planea instalar 100 máquinas expendedoras a lo largo y ancho de todo el país.
Considerando que estrategias similares han fracasado anteriormente, la pregunta es ¿qué motiva al gobierno japonés a seguir invirtiendo millones de dólares en revivir una industria moribunda?
De acuerdo con el ex comisionado y actual observador de ese país ante la Comisión Ballenera Internacional (CBI), Joji Morishita, todo se resume al uso sostenible. En un reciente artículo donde explica las razones de la salida de Japón de la CBI en 2018, Morishita afirma que la reanudación de la caza comercial de ballenas no es el único objetivo político de su país en este organismo internacional. Defender y promover el uso sostenible es otra meta de igual importancia.
La principal razón sería la posición de los países anti-balleneros y organizaciones civiles. Según Morishita, éstos ven a las ballenas como animales especiales o carismáticos, que no deben ser cazados independientemente de su estado de conservación. Para el exdelegado ante la CBI, esta visión ignora el principio de uso sostenible y carece de fundamentos científicos. Pero lo más preocupante para Japón, afirma el artículo, es que la visión de estos países y organizaciones civiles no se limita a las ballenas, impactando potencialmente el derecho de ese país a continuar explotando otras especies.
Sin embargo, el objetivo de uso sostenible promovido por el gobierno japonés en la CBI es una amenaza para la conservación de especies silvestres.
En general, el uso sostenible se entiende como “la utilización de componentes de la diversidad biológica de un modo y a un ritmo que no ocasione su disminución a largo plazo, manteniendo así su potencial para satisfacer las necesidades y aspiraciones de las generaciones presentes y futuras.”
Sin embargo, el estado actual de la biodiversidad en el planeta evidencia que el principio de uso sostenible ha fracasado rotundamente. En 2019 la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES por sus siglas en inglés) publicó el más completo informe sobre el estado de la biodiversidad realizado hasta entonces.
El Informe de Evaluación Global afirma inequívocamente que “la naturaleza está disminuyendo a nivel mundial a un ritmo sin precedentes en la historia de la humanidad, y la tasa de extinción de especies se está acelerando.” El informe concluye que cerca de 1 millón de especies animales y vegetales están amenazadas de extinción, muchas en cuestión de décadas.
De acuerdo al informe, la explotación directa (que es sólo otro término para el uso sostenible) es el motor más importante del declive y el riesgo de extinción de las especies marinas.
Los resultados del Informe de Evaluación Global no sólo evidencian que el “uso” o “explotación directa” no es sostenible. También demuestran que los promotores del principio del uso sostenible sólo buscan bloquear cualquier cuestionamiento sobre la explotación insostenible de la vida silvestre para continuar aplicando un modelo extractivista que sólo beneficia a una exclusiva minoría de personas asociada a grupos de poder políticos y económicos. Todo a expensas de la destrucción de la biodiversidad planetaria.
El objetivo del gobierno japonés no sólo socava la urgente necesidad de generar medidas y políticas para revertir los procesos de extinción de cientos de miles de especies silvestres en los próximos años, sino que ignora conscientemente la evidencia científica que demuestra el papel vital que estas especies vivas tienen en el funcionamiento del ecosistema.
En el caso de las ballenas, éstas son fundamentales para la fertilización del océano. Los nutrientes en sus heces, como el nitrógeno y el hierro, son vitales para el florecimiento de microalgas conocidas como fitoplancton, que a su vez, son el alimento base para decenas de miles de pequeñas especies de animales (zooplancton) de la cual depende toda la vida marina. Las ballenas también cumplen un rol esencial en un tema tan urgente y contingente como el cambio climático. Sus enormes cuerpos son reservorios de dióxido de carbono (CO2). Se calcula que cada ballena puede absorber un promedio de 33 toneladas de CO2 a lo largo de su vida. Cuando mueren, sus restos caen al suelo marino, atrapando este CO2 por siglos e incluso milenios.
Los servicios brindados por las ballenas al funcionamiento del ecosistema son tan relevantes, que en 2014 la CBI aprobó una resolución liderada por Chile junto al bloque de países regionales (conocido como Grupo Buenos Aires) para dejar de considerar a estos animales como un simple “recurso explotable” e incluir la evaluación de estos servicios en el proceso de toma de decisiones. Desde entonces, diversos organismos internacionales han seguido este ejemplo, creando las bases para la construcción de una nueva forma de relacionarnos con la naturaleza. Una que no se limita a su uso sostenible sino que comprende, basado en resultados de investigación científica, las complejas relaciones entre las especies, y cómo su protección y conservación son necesarias para la mantención de la vida en la tierra y el bienestar de la humanidad.
Por ello, se puede concluir que los objetivos detrás de la estrategia del gobierno japonés para intentar revivir una vez más el consumo de ballena mediante su venta en máquinas expendedoras son, al menos, preocupantes. Como afirmó la directora de la ONG japonesa Red de Acción para Delfines y Ballenas (IKAN), Nanami Kurasawa, “el problema no son las máquinas expendedoras en sí, sino lo que pueden provocar.”
Por Elsa Cabrera, directora ejecutiva, Centro de Conservación Cetacea