En Noviembre 2001, un entusiasta grupo de jóvenes nos juntamos llenos de sueños y esperanzas para trabajar activamente en la conservación de delfines y ballenas. En ese entonces, el conocimiento público sobre las especies de cetáceos presentes en aguas chilenas era prácticamente nulo y la mayoría de las personas asumía que para verlos había que viajar a exóticos lugares o esperar que algún circo itinerante llegara al país con delfines en su programa de exhibición.
Muchas cosas han cambiado desde entonces y afortunadamente muchas de ellas han sido muy positivas para estos mamíferos marinos.
Hoy, la mayoría de las personas en el país saben de la existencia de ballenas y delfines cerca de nuestras costas, y muchos de ellos conocen las amenazas que enfrentan, así como la necesidad de trabajar colectivamente para reducir o eliminar los impactos negativos generados por las actividades humanas.
Ahora también sabemos que no es necesario recorrer grandes distancias para vivir una inolvidable experiencia observando, por ejemplo, al animal más grande que jamás ha existido en el planeta: la magnifica ballena azul. Basta con viajar al sur del país para encontrar, en el noroeste de la Isla Grande de Chiloé, la agregación más importante de esta especie en el hemisferio sur. Su presencia en estas aguas nos ha permitido desarrollar el programa de investigación más largo en Chile sobre ballenas azul de manera sistemática desde 2003. Y proponer lineamientos para su avistaje regulado que fueron integrados en el reglamento de observación de cetáceos de Chile.
Tampoco hay que esperar que circos itinerantes con delfines visiten el país para ver a estos pequeños cetáceos. Gracias a la ley de protección a los cetáceos, impulsada por CCC en 2008, el cautiverio de estos mamíferos marinos se encuentra prohibido en el país y a cambio se promueve su observación en su ambiente natural, lo cual podemos hacer a lo largo de toda la costa chilena. Esta medida, que posteriormente ha sido replicada en otros países de la región, no sólo evita la captura y comercio de cetáceos menores, sino que constituye un avance hacia una sociedad más respetuosa con el derecho de otras especies a vivir libremente en su ambiente natural.
Tras 20 años trabajando activamente en investigación y conservación de cetáceos, hoy también sabemos que en nuestras aguas navega una de las poblaciones de ballenas en mayor peligro de desaparecer. La ballena franca austral del Pacífico Sudeste. Antes de la ballenería comercial su abundancia era legendaria pero actualmente sólo cuenta con una población estimada en menos de 50 individuos maduros. Cada uno de estos gigantes sobrevivientes debe enfrentar día a día crecientes amenazas que dificultan su recuperación. Desde 2003 hemos desarrollado un proyecto que busca evitar su extinción y promover su recuperación a largo plazo. Su éxito, ha permitido que hoy esta población cuente con un Plan de Conservación bajo la Comisión Ballenera Internacional (CBI) y un Memorando de Entendimiento entre Chile y Perú. Ambos brindan marcos esenciales para la adopción de medidas para minimizar el riesgo de muerte de cada uno de los individuos de esta especie que navegan estas costas. Y a nivel nacional, la ley que regula el avistaje de ballenas prohíbe observarlos desde plataformas marinas con el objetivo de reducir al máximo cualquier evento que pudiera amenazar su recuperación. En su lugar, se promueve el avistaje desde tierra, dada la conducta costera de esta especie.
En estas dos décadas también hemos sido parte de grandes logros alcanzados gracias al trabajo cooperativo entre cientos de organizaciones regionales e internacionales. Sin duda uno de los más importantes es la integración del papel de las ballenas en el funcionamiento del ecosistema marino dentro de los procesos de decisión de la CBI. La investigación científica durante la última década ha develado cómo estos gigantes marinos fertilizan las aguas del océano a través de los nutrientes que se encuentran en sus heces y orina, promoviendo las floraciones de plancton que conforman la base de toda la red alimenticia marina. También ha mostrado cómo estos gentiles gigantes marinos capturan significativas cantidades de CO2 de la atmósfera, ayudando a mitigar la actual crisis climática. El reconocimiento de la CBI ha sido fundamental para que este tema se amplifique en otros foros y organizaciones internacionales. Un reciente estudio del Fondo Monetario Internacional hizo una estimación conservadora de los aportes de la población de ballenas actual en el mundo al ecosistema por un valor aproximado de dos millones de dólares por cada individuo, y un total de más de un trillón de dólares al considerar a todas las poblaciones de grandes cetáceos. Un sólido argumento para quienes todavía basan sus decisiones principalmente en factores económicos.
Cumplimos 20 años en medio de una crisis global exacerbada por los impactos de la pandemia COVID19. Los desafíos parecieran ser desalentadores cuando se analizan conjuntamente, pero la motivación de seguir adelante y aportar desde nuestra pequeña organización al fortalecimiento de políticas de conservación marina continua igual que el primer día que nos comprometimos a dedicar nuestras vidas a las ballenas, al océano y a la vida.
¡Y qué mejor manera de comenzar que renovando nuestra imagen, portal web y redes sociales!
Gracias a todes por acompañarnos en las diversas campañas y proyectos a lo largo de nuestra historia.
Por Elsa Cabrera, cofundadora y directora ejecutiva del Centro de Conservación Cetacea