Durante dos semanas, 24 países miembro de la Convención para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCAMLR por sus siglas en ingles) se reunió en la isla australiana de Tasmania para deliberar sobre el futuro del manejo de las pesquerías que se realizan en el Océano Austral.
Creada hace poco más de 30 años con el fin de regular la pesquería del kril, un pequeño crustáceo similar a un camarón que constituye la base de la red trófica antártica, la CCAMLR ha avanzado en la regulación de diversas pesquerías pero mantiene un compromiso pendiente para que las capturas de kril cumplan con las mismas regulaciones que otras operaciones de pesca administradas bajo la CAMMLR.
A inicios de la década de 1980 el consumo de kril se perfiló como una alternativa para suplir a la humanidad de proteínas, sin embargo la tecnología existente en la época para procesar el kril resultó inadecuada por lo que su captura se mantuvo relativamente baja durante varios años. Mientras tanto CCAMLR orientó sus esfuerzos a la regulación de otras pesquerías más desarrolladas, como la del bacalao antártico. Sin embargo diversos avances tecnológicos para la captura y procesamiento del kril han revitalizado la industria pesquera de este crustáceo por lo que debería contar medidas de conservación efectivas que no amenacen la disponibilidad de alimento para las más de diez mil especies que habitan la Antártica y entre las que se destacan pingüinos, focas, delfines y ballenas.
Algunos avances fueron alcanzados durante la pasada reunión en Hobart (Tasmania) en la materia. Se adoptó una prorroga a los limites actuales de pesca de kril que se realiza cerca de la costa donde anidan especies de pingüinos. Sin embargo la pesquería del kril continuará siendo abordada por CCAMLR de manera parcial debido a que las ballenas, cuyo principal alimento es justamente el kril y otras especies de zooplancton, no son consideradas por este organismo internacional.
Si bien la Comisión Ballenera Internacional (CBI) es el organismo internacional encargado de la administración y conservación de las ballenas a nivel global, nada impide a CCAMLR evaluar el consumo y las áreas de alimentación de estas especies en el Océano Austral con miras a asegurar que la pesquería del kril no impacte negativamente a especies de grandes cetáceos.
Pero los conflictos y disputas generados por la denominada caza “científica” de ballenas de Japón en Antártica han llevado a los miembros del Sistema del Tratado Antártico (STA), de la cual la CCAMLR es parte integral, a no incluir a las ballenas en su agenda de trabajo. A pesar que el STA ha sido particularmente exitoso en mantener libre a la Antártica de disputas y discordias internacionales mientras promueve la paz y la investigación científica, las operaciones balleneras “científicas” de Japón en el Océano Austral han sido motivo de divisiones entre sus miembros debido a las reales motivaciones detrás de estas matanzas.
En 2009, los especialistas en derecho internacional Donald Rothwell y Tim Stephens afirmaron que “es improbable que el STA examine el tema (ballenas) a menos que un organismo internacional establezca que el programa ballenero japonés en Antártica (JARPA II) constituye una grave infracción”. Ello sucedió el 31 de Marzo pasado cuando el máximo organismo jurídico internacional, la Corte Internacional de Justicia, dictaminó que la denominada caza “científica” de ballenas de Japón en Antártica viola la moratoria y el santuario de ballenas del Océano Austral creado por la CBI en 1994, y por lo tanto es ilegal.
La pasada reunión de CCAMLR habría una excelente oportunidad para comenzar a abordar áreas de alimentación donde las ballenas consumen kril con el fin de avanzar hacia la adopción de medidas similares a las que se están adoptando para ciertas especies de pingüinos, orientadas a prevenir que la expansión de la pesquería de kril afecte su principal fuente de alimento.
Sin embargo, el pasado mes de septiembre la Comisión Ballenera Internacional perdió una valiosa oportunidad para capitalizar el fallo de la Corte Internacional de Justicia y eliminar de manera definitiva las operaciones balleneras en el Océano Austral. Tras obtener una histórica victoria contra estas controversiales matanzas, Australia y Nueva Zelandia – con el apoyo de grandes organizaciones de la sociedad civil como WWF, IFAW y Greenpeace – decidieron impulsar en el seno de la CBI una débil y probablemente infructuosa resolución que sólo pretende regular la caza “científica” de ballenas en Antártica.
Como resultado el gobierno de Japón continuará adelante con operaciones balleneras que no sólo violan el santuario de ballenas del Océano Austral sino que además impiden la cooperación entre la CBI y organismos como la CCAMLR en temas tan relevantes como la efectiva administración y conservación del kril antártico. Una verdadera pérdida si se considera que 2014 podría haber marcado un hito en la inclusión de las ballenas dentro de la agenda de la CCAMLR y el STA, así como el final de los amargos conflictos que estas matanzas ilegales generan tanto al interior de la CBI como en otros foros internacionales relacionados al manejo y conservación de la biodiversidad marina.
Por Elsa Cabrera, directora ejecutiva del Centro de Conservación Cetacea.