La colisión de embarcaciones de gran envergadura con grandes cetáceos se ha convertido en los últimos años en una de las principales causas de mortandad para algunas especies y poblaciones de estos mamíferos marinos.
La evidencia existente demuestra que las colisiones entre embarcaciones y cetáceos está ocurriendo con mayor frecuencia que la estimada. En el caso de poblaciones En Peligro, endémicas, pequeñas o geográficamente aisladas, este tipo de incidentes podría ser una grave amenaza para su conservación.
Algunos de los factores que propician las colisiones de embarcaciones con ballenas son el número de embarcaciones, tamaño de las naves y la velocidad de navegación. Las colisiones más graves y fatales corresponden a embarcaciones de gran envergadura. Un análisis reveló que el 87% de colisiones fatales involucra naves de más de 80 metros de largo (Laist et al. 2001). El sólo tamaño de este tipo de naves les resta visibilidad y rapidez para maniobrarlas y evitar la colisión. El estudio además evidenció que el 93% de las colisiones fatales ocurrieron porque las ballenas no fueron avistadas a tiempo o simplemente no fueron vistas del todo. Debido a que estas naves absorben gran parte de la fuerza del impacto, muchas de las colisiones pasan inadvertidas y sólo son registradas cuando la nave llega a puerto con el animal, o restos de él, en la proa. Varias veces esto no sucede y el cuerpo de cetáceo se pierde en el mar por lo que el número de este tipo de incidentes fatales podría ser mucho mayor.
Diversos especialistas afirman que los animales jóvenes o enfermos, las madres recientemente paridas o lactando, las especies de natación lenta, individuos congregados en áreas de alimentación o reproducción, son más susceptibles a sufrir colisiones con embarcaciones.
Dentro de las especies más frecuentemente impactadas por colisiones con embarcaciones se encuentran las ballenas jorobadas. Estudios revelaron que cerca de un tercio de las ballenas jorobada registradas muertas o notoriamente lesionadas en la costa Atlántica (Wiley et al. 1994) y en el Pacífico Sudeste tropical – del cual hace parte la población chilena (Capella et al. 2007) – evidenciaron heridas causadas por embarcaciones.
Las colisiones de embarcaciones con ballenas representan una mayor amenaza para poblaciones de cetáceos discretas y genéticamente distintas a otras poblaciones de la misma especie. Este es el caso de la población de ballenas jorobada en el Estrecho de Magallanes. Análisis genéticos recientes sugieren que estas ballenas pertenecen a un área de alimentación discreta para la especie (Sabaj et al. 2004), que por lo demás es la única área de alimentación conocida de jorobadas fuera de la Antártica.
Más aún, la población de ballenas jorobadas presente en el Estrecho de Magallanes es muy pequeña (menos de 100 animales por temporada) y existe evidencia de que no habría intercambio de las ballenas jorobadas que se alimentan en el Estrecho de Magallanes con aquellas que se alimentan en la Península Antártica (más de 1000 animales) (Acevedo et al., 2007, 2008), convirtiéndola en una población altamente vulnerable a los impactos antropogénicos.
Por el contrario, la comparación de pequeños catálogos de foto-identificación de Isla de Chiloé (23 animales), canales patagónico y fueguinos (3 animales) y el Estrecho de Magallanes (102 animales) entregaron evidencia de intercambios de ballenas jorobadas a lo largo de la costa del sur de Chile (Capella et al., 2008), fortaleciendo la hipótesis de que ésta sería una población diferente a la de la Antárctica. En este sentido, el Comité Científico de la Comisión Ballenera Internacional se encuentra desde el 2006 considerando la posibilidad de subdividir el stock de ballenas jorobadas del Pacífico Sudeste con el fin de proveer medidas de conservación y manejo más acuciosas (IWC, 2006, 2008).
Debido a que se trata de una población discreta y muy pequeña, cada colisión fatal podría tener impactos significativos a nivel poblacional.
Las ballenas que se encuentran en áreas de alimentación son particularmente vulnerables a ser impactadas por embarcaciones, debido a que su alimento (pequeños peces y el kril) normalmente se encuentra en la superficie o cerca de ella. Además, las ballenas permanecen largos y frecuentes periodos flotando mientras duermen. Por lo tanto las ballenas que se alimentan y descansan pasan más tiempo cerca de la superficie y resulta improbable que puedan ser detectadas por las embarcaciones. Estudios científicos han evidenciado que el nivel de respuesta de las ballenas jorobada, azul y de aleta a la presencia de embarcaciones disminuye cuando se encuentran en conductas de alimentación (Richardson et al., 1995).
Resulta extremadamente preocupante el impacto que puede representar el proyecto minero Isla Riesco para el transporte marítimo del carbón que se extraerá de “Mina Invierno”, ya que no ha sido debidamente evaluado. Las estimaciones de tráfico marítimo utilizadas por la empresa abarcaron sólo una parte del trayecto crítico, datos subestimados y además tomaron como referente de comparación datos incorrectos y en sectores donde las ballenas no están.
La ubicación preferente de las ballenas jorobadas se encuentra en los alrededores de Isla Carlos III, Parque Marino Francisco Coloane, y en los canales Jerónimo y Tortuoso, sectores cuya maniobrabilidad es muy limitada y por tanto casi imposible de evitar una colisión. Es justamente en estos tramos donde se realizará el mayor aporte de tránsito de embarcaciones, con viajes ida y vuelta a Mina Invierno. El tráfico de transporte generado por Mina Invierno aumentará en un 52% el tráfico marítimo de embarcaciones mayores a 200mts, en un 106% de embarcaciones mayores a 70.000TRG.
Con el fin de evitar impactos irreparables sobre esta pequeña y vulnerable población discreta, se requiere de manera urgente transparentar toda la información referente al proyecto de transporte marítimo del carbón y realizar una evaluación del riesgo que el incremento de grandes embarcaciones tendrá sobre la población de ballena jorobada y las probabilidades de ocurrencia de colisiones con las ballenas. Resulta importante destacar que a pesar que no todas las colisiones pueden ser fatales, muchos animales heridos mueren después a consecuencia del impacto.
Finalmente es importante recordar que todas las especies de cetáceos están protegidas en las aguas jurisdiccionales chilenas (Ley 20.293 y DS230 2008) por lo que el proyecto Mina Invierno en Isla Riesco debe considerar en profundidad los impactos que generará sobre la población de ballena jorobadas más importante en Magallanes, no sólo los referidos aquí sobre colisiones con embarcaciones cuyos impactos directos serán letales, sino también en la contaminación de las productivas aguas de las cuáles depende la alimentación de ellas, proceso vital en su ciclo de vida para asegurar su supervivencia y recuperación.
Por: Elsa Cabrera/Bárbara Galletti (Centro de Conservación Cetacea), Juan Capella (Whalesound Ltda y Fundación Yubarta).