Una investigación del Instituto de Biología Marina de Hawai, determinó que el uso indiscriminado del sónar antisubmarino por parte de las armadas puede estar detrás de algunos de los varamientos masivos de cetáceos que se dan en numerosas partes del globo.
Esto es lo que apunta una investigación llevada a cabo con un delfín cautivo al que se le sometió a pruebas de sónar, tras lo que se comprobó que perdía totalmente el sentido de la audición y ecolocalización hasta 40 minutos.
Este tiempo es más que suficiente para que el cetáceo pierda su sentido de la orientación, ascienda a la superficie y sufra una embolia masiva, como le ocurre a los buceadores tras un tiempo prolongado de inmersión.
El estudio llevado a cabo por el Instituto de Biología Marina de Hawai afirma que, aunque la mayoría de los varamientos puedan tener causas naturales no conocidas en profundidad, los ejercicios navales con utilización del sónar explican algunos de ellos.
Señalan que en los sucesos de muerte y varamiento de Canarias, Hawai y Bahamas esa fue la causa.
Las pruebas llevadas a cabo con un delfín mular cautivo en un delfinario de Hawai, indican que el sónar debía permanecer activo dos minutos para que tuvieran lugar las perturbaciones en el cetáceo.
Este margen de tiempo –indican los autores–, podría dar lugar a que ballenas y delfines trataran de alejarse de la fuente sonora que causa primero su alarma, luego el pánico y finalmente la huida.
Sin embargo, los investigadores también han comprobado que el sonido viaja en el océano a grandes distancias dependiendo de las condiciones oceanográficas.
Por ejemplo, citan la existencia de trampas submarinas de sonido, que no son otra cosa que capas de agua de distinta temperatura que envuelven el sonido y lo traslada con las corrientes.
Otras condiciones oceanográficas que facilitarían la expansión del sonido serían los valles y montañas, donde rebotaría al igual que el efecto de eco, en la superficie.
Esta accidentada geografía submarina se da en los tres casos citados anteriormente, donde se utilizó el sónar en unas maniobras navales.
No obstante aún hay muchas preguntas en el aire, como sugiere Antonio Fernández, catedrático de Veterinaria de la Universidad de Las Palmas y una autoridad internacional en esta materia: “¿por qué los delfines mulares no resultaron afectados en Canarias, y todos los individuos muertos fueron zifios?”, plantea.
Fernández cree que el sónar militar afecta más a unas especies que otras. Piensa que la respuesta tiene que ver con la morfología y distintos perfiles de buceo entre delfines y zifios.
Este último, que se sumerge hasta los 1.500 metros metros durante más de una hora, cuando es sorprendido por una fuente sonora tan intensa y dañina, deja de alimentarse y emerge rápidamente.
En el caso del delfín mular de la piscina no era posible tal circunstancia por falta de profundidad, aunque su principal sentido quedara anulado.
“En todo caso, nadie duda ya que esas fuentes acústicas dañan a los cetáceos”, concluye el catedrático.
Fuente: elmundo.es