España, 07 de julio 2008 (Soitu.es) – El deshielo de los polos está causando estragos en la cadena trófica marina, desde las especies más microscópicas hasta los grandes cetáceos. Así lo muestra el libro “Impactos del calentamiento global sobre los ecosistemas polares” que el investigador del CSIC, Carlos Duarte, ha presentado en Madrid.
El impacto del calentamiento global en la megafauna antártica no es tan perceptible como en el Ártico, donde la pérdida acelerada de hielo marino afecta a la supervivencia de especies como el oso polar.
Sin embargo, una de las regiones australes donde ya se detectan cambios similares en la fauna es la Península Antártica. Si bien la comunidad científica está sobre todo preocupada por la desaparición de la banquisa del Ártico en verano, en la Península Antártica la placa de hielo se está perdiendo a un ritmo de 152 kilómetros cúbicos al año, lo que equivale a un aumento global anual del nivel del océano de aproximadamente 0,4 milímetros.
El libro, publicado por la Fundación BBVA, detalla que “los efectos del calentamiento sobre la megafauna son múltiples, pero destacan dos tipos principales: los relacionados con la pérdida o ganancia de hábitat crítico, sin el cual la megafauna no puede vivir, por ejemplo, el medio físico necesario durante la época de cría de algunas aves y mamíferos marinos; y los que modifican las redes tróficas y tienen repercusiones directas sobre el alimento de los animales”.
La reducción del Krill
El krill es un eufausiáceo que constituye el ‘menú’ favorito para focas, lobos marinos, ballenas, pingüinos y otras aves marinas como albatros y petreles. Este crustáceo se alimenta de plancton marino y depende del hielo para sobrevivir, porque es precisamente ahí donde el krill encuentra algas de las que alimentarse y refugio frente a depredadores, sobre todo durante su estado larvario.
“Las densidades de krill características del primer tercio del siglo XX son difíciles de creer si se comparan con las cifras actuales”, asegura Victor Smetacek, profesor de Bio-Oceanografía de la Universidad de Bremen (Alemana).
Este investigador estudia una curiosa paradoja: ¿Cómo es posible que las reservas de este crustáceo hayan disminuido un 80% durante las tres últimas décadas tras la matanza de ballenas y la consiguiente disminución de la presión sobre este alimento?
Smetacek se plantea él mismo la siguiente hipótesis: la propia actividad alimentaria de las ballenas influye en la productividad del fitoplacton y la biomasa del krill al favorecer el reciclaje del hierro (que ejerce como fertilizante).
Y, se pregunta: ¿es el declive del krill antártico resultado del calentamiento global o del exterminio de las ballenas?.
Este oceanógrafo reconoce que hay un poco de ambos, aunque le otorga un mayor peso a la desaparición de las cetáceos. El deshielo polar tiene otra consecuencia directa: el aumento de agua dulce al océano. Este es otro factor que “ha repercutido directamente en las redes tróficas mediante la alteración de la dinámica del hielo […] el descenso del hielo marino en invierno modifica la variedad y composición regional del fitoplancton, lo que favorece la proliferación de salpas y perjudica al krill”, explica Jaume Forcada, científico del British Antarctic Survey (Reino Unido).
Fuente: Soitu.es