En Febrero de 1928 una embarcación ballenera cazó un ejemplar hembra de ballena azul en aguas antárticas. Sin saberlo, la tripulación de aquella nave había capturado al animal más grande que jamás se haya registrado en la historia del planeta. Lamentablemente, aparte de la fecha, lugar, sexo y largo total del animal (33,58 metros), no queda mayor información respecto a este histórico encuentro, ya que los operadores balleneros tenían mucha prisa en cazar y procesar el mayor número de ballenas presentes en la zona.
La época de esta captura coincide con la temporada de caza más exitosa de ballena azul realizada en la Antártica. Entre 1929 y 1930, cerca de 30 mil ballenas azules fueron cazadas en aguas del Océano Austral. La captura indiscriminada de esta especie sugiere que la población de ballena azul fue reducida a menos de un 3% de la existente en 1920. A pesar de hallarse al borde de la extinción, la especie fue protegida sólo a mediados de 1960.
Luego de sólo cuatro décadas de protección, las poblaciones de ballena azul del hemisferio sur comienzan a evidenciar algunos signos de recuperación. Un informe presentado en 2001 por el Comité Científico de la Comisión Ballenera Internacional (CBI) sugiere que el número de ballenas azul habría aumentado durante los últimos 25 años en aguas antárticas. Sin embargo el informe es claro en determinar que el Comité no puede aceptar ninguna estimación de abundancia específica ni tampoco establecer ninguna tendencia poblacional para esta especie.
La identificación de un área de alimentación y crianza de ballenas azules en las costas de la X Región de Chile por parte del científico chileno Rodrigo Hucke-Gaete, director del Instituto Ballena Azul, coloca al país en una posición privilegiada para el desarrollo de programas científicos que permitan aumentar el conocimiento sobre la biología y el estado de conservación de la especie de ballena en mayor de peligro de extinción en la actualidad.
El descubrimiento también representa un gran desafío y responsabilidad para Chile, ya que se constituye en una oportunidad única para promover – nacional e internacionalmente – la rica diversidad de mamíferos marinos que habitan la costa chilena y asegurar la implementación de medidas efectivas para su manejo y conservación.
Como especie somos responsables de la eliminación del más del 97% de las ballenas azules que alguna vez navegaron los océanos del mundo. Como país ballenero fuimos parte de esa masacre al anteponer intereses económicos cortoplacistas por sobre la conservación de especies que son fundamentales para el ecosistema marino.
Ante errores ecológicos de tal magnitud (cuyas consecuencias a largo plazo son aún desconocidas), podríamos argumentar que en aquellos años, tanto la ciudadanía como los legisladores no contaban con el beneficio de información científica, ni tampoco con leyes ambientales nacionales e internacionales, organismos de Medio Ambiente, ONGs, medios de comunicación masiva, etc.
Gracias al aumento del conocimiento científico y el desarrollo de programas de difusión masiva, la ignorancia dejó de ser excusa para impedir la implementación de medidas de conservación.
En el caso de Chile, el aumento de información se ha visto reflejado en una serie de medidas gubernamentales que favorecen la conservación y el uso no letal de los cetáceos a nivel nacional e internacional.
Por ello, descubrimientos científicos como el realizado por el investigador chileno Hucke-Gaete no sólo son motivo de felicitación y orgullo nacional; sino también son invaluables para avanzar hacia la consolidación de una Política de Estado que se comprometa fuertemente hacia el estudio sistemático, conservación y uso no letal de las poblaciones de cetáceos presentes en Chile.
En este sentido, el compromiso de la Comisión Nacional de Medio Ambiente (CONAMA) de crear una área marina protegida en la zona identificada por Hucke-Gaete – la cual sería la más grande de su tipo en Chile – constituye un ejemplo de la importancia de este extraordinario hallazgo.
Por: Elsa Cabrera, CCC