En medio de la actual emergencia climática, un reciente estudio destaca el papel clave de las ballenas en el secuestro de dióxido de carbono (CO2) . Los resultados, que fueron publicados el pasado 02 de noviembre en Proceedings of the Royal Society B, constituyen un llamado a reflexionar sobre los impactos a largo plazo generados por la caza comercial de ballenas y la necesidad de mantener permanentemente la moratoria global sobre esta actividad extractiva.
El océano es el principal regulador del sistema climático, absorbiendo aproximadamente 23 por ciento de las emisiones de CO2 producidas por las actividades humanas. Esta captura se basa principalmente en la exportación de partículas orgánicas de carbón a las profundidades marinas, donde son retenidas por decenas, cientos e incluso miles de año antes de regresar a la superficie.
Aunque se ha estudiado extensamente el rol de especies de fitoplancton y zooplancton en la captura de CO2, investigaciones más recientes integran el papel de los grandes vertebrados, incluyendo las ballenas, con resultados sorprendentes.
Debido a su enorme tamaño, los grandes cetáceos pueden guardar grandes cantidades de dióxido de carbono a lo largo de la vida en sus cuerpos. Cuando mueren, sus restos suelen terminar en el fondo marino donde son consumidos por especies abisales o quedan sumergidos en el sedimento por cientos e incluso miles de años. Por lo tanto, el ciclo de las ballenas es vital para la captura y secuestro de CO2 por largos periodos de tiempo.
De acuerdo con los resultados de la investigación, esta increíble capacidad se vio radicalmente reducida debido a la caza comercial de ballenas. Sólo en el siglo pasado, la ballenería comercial llevó al borde de la extinción a la mayoría de la especies de ballenas. Dos trágicos ejemplos lo constituyen la ballena azul y la ballena de aleta cuyas poblaciones fueron eliminadas en más de 99% y 97% respectivamente.
A pesar que todas las especies de ballenas se encuentran protegidas por la moratoria global sobre la caza comercial adoptada por la Comisión Ballenera Internacional (CBI) en 1986, la mayoría de sus poblaciones continúan muy lejos de recuperarse. Una diversidad de amenazas como colisiones con embarcaciones, enmalles en redes de pesca, contaminación química y acústica, y la crisis climática que afecta directamente la disponibilidad de alimento, son sólo algunos de los complejos peligros que ralentizan el aumento de especies y poblaciones clasificadas En Peligro o Vulnerable.
En este contexto, el estudio se enfocó en la capacidad de captura de CO2 de cinco especies de ballenas en el hemisferio sur antes y después de la ballenería comercial. Los resultados evidencian que las especies más impactadas por esta actividad, ballenas azules y de aleta, eran las más importantes, contribuyendo con 34% y 48% respectivamente a la captura de dióxido de carbono. Los resultados publicados evidencian que a causa de la sobre explotación, la capacidad actual de captación de CO2 de las ballenas es 70% menor a la era pre-explotación industrial. En el documento, los investigadores aseveran que “las consecuencias negativas de la caza comercial de ballenas persisten por muchos años desde la adopción de la moratoria” y agrega que “al reducir dramáticamente los niveles poblacionales de las especies más grandes, la sobre explotación de ballenas ha generado un déficit en la captación de CO2.” Una aseveración que resulta profundamente preocupante frente a la urgente necesidad de contar con todas las alternativas existentes para mitigar la crisis climática que amenaza la existencia de toda la vida en el planeta, incluyendo la especie humana.
Las conclusiones de los investigadores al respecto son contundentes. “El secuestro de dióxido de carbono mediado por las ballenas ha disminuido drásticamente debido a la caza comercial. Como consecuencia del cambio climático, sus poblaciones están lejos de recuperarse por completo durante el presente siglo. Nuestros resultados exigen la protección y restauración de las poblaciones de ballenas que ofrecen oportunidades para la mitigación del cambio climático.” Para ello, los autores de la publicación proponen medidas de protección que incluyan zonas de alimentación y rutas migratorias. “De este modo, la restauración de estos grandes vertebrados marinos podría contribuir a alcanzar nuestros objetivos climáticos en el tiempo, a la vez de generar otros servicios beneficiosos para el funcionamiento de la biosfera y el bienestar de las sociedades humanas,” concluyen los científicos.
Los resultados, recomendaciones y conclusiones de la investigación evidencian que la mantención de la moratoria global sobre la caza comercial de ballenas y la creación del santuario de ballenas del Atlántico Sur deben ser las principales prioridades de todos los miembros de la Comisión Ballenera Internacional. Sólo así podrá cumplir con su ineludible responsabilidad de realizar los mayores esfuerzos para trabajar junto a otros organismos internacionales en la mitigación de la actual emergencia climática.
Elsa Cabrera, directora ejecutiva, Centro de Conservación Cetacea