La reciente muerte de tres ballenas azules en el sur de California (EE.UU) por colisión con embarcaciones, evidencia la urgente necesidad de avanzar hacia la adopción de medidas de regulación que aseguren la recuperación de una de las especies en mayor peligro de extinción en nuestro planeta.
Santiago, 03 de Octubre de 2007 (CCC News) – Septiembre fue un mes negativo para las ballenas azules (Balaenoptera musculus) del Pacífico Norte. Así lo confirmó la Administración Oceanográfica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA por sus siglas en inglés) al declarar como un “evento inusual” la muerte de tres ballenas azules ocurrido en menos de dos semanas en las aguas del canal de Santa Bárbara. De acuerdo a los análisis realizados hasta la fecha, todas las ballenas habrían muerto por colisión con embarcaciones, y al menos una de ellas podría haber sufrido envenenamiento con ácido domoico.
El ácido domoico es una toxina producida durante el florecimiento de las algas (las denominadas “mareas rojas o cafés”) que genera severos daños neurológicos al ser ingerido. La sobre explotación pesquera y la contaminación marina son los principales factores que han permitido la multiplicación de microalgas asociadas a los florecimientos algales nocivos. Es así que durante los últimos dos años, cientos de lobos marinos han muerto en la Costa Central de California por envenenamiento con ácido domoico.
Colisiones Mortales
La identificación de la causa de muerte de las ballenas por colisión con embarcaciones ha generado un extenso debate sobre la amenaza que significa a nivel global el creciente tráfico marítimo de grandes embarcaciones en áreas de alta concentración de ballenas, como son las costas de California en Estados Unidos y de Chiloé-Aisén en nuestro país.
En el contexto ambiental actual, la demora en la toma de decisiones efectivas sobre esta compleja materia podría tener consecuencias negativas para la conservación de las ballenas azules. Basta recordar lo ocurrido con la ballena franca del norte (Eubalaena glacialis), una especie que se encuentra clasificada en peligro crítico, y cuya población es menor a 400 individuos.
Al igual que la ballena azul, la caza comercial llevó a las ballenas francas del norte al borde de la extinción y la población remanente no logra recuperarse a pesar de estar protegida de la caza, debido al alto número de muertes anuales ocasionadas por colisión con embarcaciones. Esto se debe a que el área de alimentación de la ballena franca del norte se encuentra ubicada en una de las zonas de mayor tráfico marítimo de la costa Atlántica de Estados Unidos y esta especie pasa la mayor parte del día en la superficie del agua, alimentándose de pequeños organismos marinos conocidos como copépodos. Al no contar con un sistema de ecolocalización que les permita identificar objetos a grandes distancias, las ballenas que se encuentran alimentándose en la superficie son mucho más vulnerables a ser impactadas por grandes embarcaciones que pueden llegar a desplazarse a velocidades superiores a los 60 km por hora.
Desde hace más de 20 años, diversos investigadores han demostrado que la mayor causa de mortalidad de ballenas franca del norte es la colisión con embarcaciones y el enmallamiento en redes de pesca. Sin embargo, la adopción de medidas para reducir el número de ejemplares muertos anualmente no ha sido posible en Estados Unidos, debido principalmente a los conflictos entre instituciones gubernamentales y la fuerte resistencia de la industria pesquera a realizar cambios, tales como el reducir la velocidad de las embarcaciones en ciertas áreas y redireccionar las rutas de navegación durante la temporada de ballenas.
En 2004, Canadá implementó exitosamente esta última medida en la Bahía de Fundy, donde las ballenas se alimentan a finales del verano. Sin embargo, diversos científicos son enfáticos en afirmar que de no reducirse el número de colisiones anuales la población de ballena franca del norte está condenada a desaparecer.
De manera similar, las ballenas azules del Pacífico nororiental son vulnerables a ser colisionadas por grandes embarcaciones ya que suelen alimentarse cerca de la superficie de pequeños crustáceos conocidos como kril. A pesar que las ballenas azules pueden llegar a nadar a velocidades cercanas a los 40 km por hora, en las áreas de alimentación usualmente se las avista alimentándose en la superficie a velocidades entre 5 y 10 km por hora.
Uno de los problemas asociados a la reciente muerte de las tres ballenas azules en el hemisferio norte es que la distribución de kril se superpone con las rutas de navegación marítima. Por lo tanto, las ballenas azules que se encuentran alimentándose en la superficie marina son más vulnerables a ser embestidas por grandes embarcaciones que pesan varios miles de toneladas y que se desplazan a velocidades cercanas o superiores a 60 km por hora. Recientes investigaciones realizadas en la costa de California evidencian la presencia de más de 150 ballenas azules alimentándose en zonas de alto tráfico marítimo que no cuentan con ninguna regulación sobre el límite de velocidad.
Para los especialistas, la solución más efectiva para proteger a las ballenas azules es reducir la velocidad de navegación de las embarcaciones de alto tonelaje. A pesar que las autoridades norteamericanas han desarrollado recomendaciones voluntarias para reducir la velocidad de navegación en ciertas áreas donde se alimentan las ballenas azules, su implementación no es efectiva.
Al igual que sus parientes del hemisferio norte, las áreas de alimentación de la ballena azul en las aguas del sur de Chile se superponen con las rutas de navegación de grandes embarcaciones y de transporte de la industria del salmón. En este sentido, es necesario fortalecer el desarrollo de programas de investigación orientados a evaluar los posibles impactos del creciente tráfico marítimo en el área de alimentación de la ballena azul en Chile con el fin de evitar posibles colisiones con embarcaciones y avanzar hacia la adopción de regulaciones especificas en las áreas donde la interacción y probabilidad de colisión entre las ballenas y embarcaciones es mayor.
Lo que está sucediendo con las ballenas azules del Pacífico Norte nos invita a reflexionar sobre la necesidad de abordar este tema a nivel nacional, con el fin de asegurar una efectiva conservación de la población de ballena azul que visita anualmente las costas del sur de Chile para alimentarse. La próxima reunión de la Comisión Ballenera Internacional (CBI) en 2008 en Chile y la discusión sobre la necesidad de establecer áreas marinas para la protección de ballenas azules en Chiloé y Aisén, constituyen dos oportunidades para evaluar y adoptar medidas que reduzcan los impactos negativos que podría generar el creciente tráfico marítimo sobre el medio ambiente y la biodiversidad marina.
Directora Ejecutiva, Centro de Conservación Cetacea