Elsa Cabrera, directora ejecutiva, Centro de Conservación Cetacea
La 44ª reunión anual de la Comisión para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCRVMA) acaba de finalizar en Hobart (Australia), dejando un complejo legado de esperanzas frágiles y constantes fracasos. Las sesiones de este año, celebradas bajo la sombra de una significativa tensión geopolítica, representaron una prueba fundamental para la integridad de la Comisión. Si bien una coalición de países Miembro defendió con determinación la conservación del Océano Austral de una expansión sustancial de la pesca industrial, las negociaciones revelaron que esta organización internacional mantiene una lucha contra presiones externas que siguen socavando su mandato de conservación fundacional.
El encuentro se vio desestabilizado incluso antes de que comenzaran las negociaciones formales, con la noticia del arresto del científico ucraniano Leonid Pshenychnov por parte de las autoridades rusas. El Dr. Pshenychnov, miembro desde hace años de la delegación ucraniana ante la CCRVMA y conocido por su apoyo a las áreas marinas protegidas, fue detenido en Crimea semanas antes de la reunión. Las autoridades ucranianas lo han denominado un prisionero político, afirmando que su arresto está directamente vinculado a su labor conservacionista dentro de la CCRVMA, la cual, Rusia percibe como una amenaza para sus intereses pesqueros industriales. Esta inyección de conflicto geopolítico probablemente estableció un tono discordante durante las dos semanas de sesiones. Un desafío adicional para el espíritu de colaboración esencial que requiere la gobernanza ambiental internacional.
De forma paralela, una amenaza más preocupante para el ecosistema antártico tomó forma en una propuesta confidencial de Noruega. La iniciativa, que buscaba activar un nuevo “Enfoque de Gestión de la Pesquería de Kril”, prácticamente habría duplicado la captura límite anual total de kril, elevándola de 620.000 toneladas a aproximadamente 1,2 millones de toneladas. El núcleo de esta propuesta consistía en un aumento drástico de la captura permitida en las aguas del noroeste de la Península Antártica, el mismo corazón ecológico de la propuesta para la creación de un Área Marina Protegida (AMP) liderada hace años por Chile y Argentina. Analistas señalaron que el plan noruego, mediante un mecanismo de apertura estacional, efectivamente habría anulado alrededor de la mitad de la AMP propuesta, transformando un santuario en una zona de pesca.
La lógica comercial detrás de este movimiento fue expuesta sin reserva por Matts Johansen, el gerente general de Aker BioMarine, la empresa noruega que acapara casi dos tercios de las capturas de kril en el Océano Austral. Johansen enmarcó el aumento de la cuota de kril como una concesión necesaria para asegurar el apoyo de las naciones pesqueras a la AMP de la Península Antártica, una estrategia que los críticos condenaron por secuestrar la conservación como rehén para obtener ganancias. La propuesta noruega representa la perversión de los principios de gestión de la CCRVMA, al intentar disociar la protección del kril de los depredadores que dependen de él.
Afortunadamente, una coalición de estados miembros respondió a las presiones con resistencia. Liderados por Chile, Argentina, la Unión Europea, Nueva Zelanda y la Corea del Sur, estos países rechazaron la propuesta noruega, así como otros esfuerzos por debilitar las salvaguardias ambientales, subrayando un creciente alineamiento en torno al principio de precaución. Su frente unificado constituye el logro más significativo de la reunión, demostrando que la conciencia conservacionista de la CCRVMA no se ha extinguido.
En medio de estos debates, se logró un progreso menor. Los miembros acordaron fortalecer la transparencia en torno a las transferencias en el mar —una práctica vinculada a la pesca ilegal— mediante la publicación de una lista de todos los buques autorizados. Sin embargo, este triunfo procedimental se vio opacado por fracasos más profundos. La propuesta para crear una AMP de la Península Antártica fue vetada una vez más, presumiblemente por Rusia y China, a pesar de estar respaldada por más de 150 estudios científicos. En otra decisión desconcertante, dos miembros bloquearon la designación de un nuevo Ecosistema Marino Vulnerable, ignorando claras evidencias sobre la existencia de corales y esponjas frágiles. Y lo que es más crítico, la CCRVMA volvió a fallar en integrar los impactos devastadores del acelerado cambio climático en su gestión operativa, tratando la amenaza principal para todo el ecosistema como una preocupación secundaria.
La reunión que acaba de finalizar demuestra que, si bien este año la CCRVMA privilegió la conservación sobre el lucro, su credibilidad sigue en entredicho. La determinación mostrada por muchas naciones proporciona una frágil base para la esperanza. Sin embargo, esta victoria defensiva es insuficiente. El bloqueo continuo a la creación de áreas marinas protegidas, la disposición de algunas naciones a intercambiar conservación por cuotas de captura y el fracaso para abordar de directamente el cambio climático y la intimidación geopolítica, son una receta que podría derivar en un declive irreversible. La CCRVMA fue creada como una organización pionera en la gestión de los recursos marinos basada en el ecosistema. Si desea honrar este legado y no quedar obsoleta ante la crisis conservacionista global, sus miembros deben traducir el estancamiento de este año en acciones decisivas. El futuro del Océano Austral, y la propia relevancia de la Comisión, dependen de ello.
