Por: Elsa Cabrera, directora ejecutiva del Centro de Conservación Cetacea
En un mundo intoxicado por la desinformación, donde las noticias falsas buscan dominar los medios de comunicación, la moribunda industria ballenera japonesa parece haber encontrado un nicho adecuado: la pseudociencia patrocinada. Y para ello ha decidido que su mejor salvavidas es reinventarse como una altaernativa saludable. La Asociación Ballenera de Japón, junto con actores de la industria y la ciencia, realizaron un peculiar evento el pasado 25 de septiembre, orientado a promocionar la idea de que revitalizar la caza comercial de ballenas es sinónimo de promover la salud pública.
La cita contó, por un lado, con la participación del Instituto de Investigación de Cetáceos (ICR por sus siglas en inglés), una institución cuyo historial incluye el infame deshonor de haber llevado a cabo la mayor caza ilegal de ballenas de la historia en el Océano Austral. Y por el otro, Kyodo Senpaku Co., Ltd., la empresa encargada de operar la flota ballenera nipona. Juntos, orquestaron una conferencia de prensa donde la ciencia fue la gran ausente.
Las presentaciones las protagonizaron los científicos Seiji Shiota y Kazuyoshi Yazawa. El primero, de la Universidad de Ciencias de la Salud Shonan, se lanzó a promocionar los supuestos beneficios de la balenina, un bipéptido presente en la carne de ballena que, según el investigador, mejora la resistencia física, la cognición y la concentración. Sin embargo, un estudio publicado en 2023 en el International Journal of Sport Nutrition and Exercise Metabolism demostró lo contrario: la balenina no mejoró ni el rendimiento físico ni mental de un grupo de ciclistas. Por el contrario, los investigadores concluyeron que su funcionalidad es significativamente menor que la de compuestos similares que se pueden encontrar en la carne de pollo o de res.
Shiota también destacó los beneficios de los ácidos grasos omega-3 del aceite de ballena, omitiendo un pequeño detalle: cientos de publicaciones científicas evidencian que la grasa de ballena es un verdadero cóctel de tóxinas que acumula metales pesados (mercurio, cadmio, plomo) y Contaminantes Orgánicos Persistentes (COPs) como bifenilos policlorados (PCBs), dioxinas y dicloro difenil tricloroetano (DDT). Estos contaminantes están vinculados a daños neurológicos, trastornos del desarrollo y cáncer; y son especialmente peligrosos en mujeres gestantes e infantes. Promocionarlo como saludable no solo es falso sino irresponsable. Más cuando existen fuentes de omega-3 marinas menos riesgosas, como las sardinas, anchoas o caballas, que al estar más abajo en las red trófica acumulan menos contaminantes.
Por su parte, el investigador Kazuyoshi Yazawa, de la Universidad de Waseda, aprovechó el encuentro para apoyar lo dicho por Shiota y promocionar su invención más creativa: la “vitamina marina”. Un concepto marketiniano sin base científica que pretende otorgar a los productos de ballena un aura de superalimento con el fin de aumentar su atractivo comercial.
En medio de este particular encuentro, fue el presidente de Kyodo Senpaku, Hideki Tokoro, quien lanzó quizás la única verdad de la jornada: “La caza de ballenas allana el camino para el futuro de toda la industria pesquera”. La frase desnudó el verdadero obejtivo de la reunión. No se trata de salud, ni de ciencia, ni de cultura. Se trata del dinero – y el poder estratégico y político – que este negocio genera. Un negocio que, para sobrevivir en el siglo 21, necesita vestirse de desinformación y propaganda.