Juan Carlos Cárdenas (Centro Ecoceanos) y Elsa Cabrera (Centro de Conservación Cetacea)
Durante los últimos tres meses, cuatro ballenas han muerto en áreas protegidas de la Patagonia chilena a causa de diversas interacciones con la infraestructura y artefactos relacionados con las instalaciones y operaciones de los centros de cultivo acuícolas. Sin embargo, estas supuestas “zonas protegidas” por el Estado chileno en el fin de nuestro planeta no son las únicas áreas donde un creciente número de ejemplares de ballenas – muchas de ellas en estado de conservación crítica – continúan muriendo debido a las interacciones letales con los centros de cultivo y el accionar de flotas de transporte y carga naviera asociada a esta industria exportadora.
La pasada reunión de la Convención sobre los Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCAMLR por sus siglas en inglés), que se realizó como es costumbre en Hobart (Australia) en octubre del 2023, dejó en evidencia otro preocupante aspecto del accionar ecocida de esta industria. De acuerdo a un artículo publicado por Associated Press en 2024 al menos tres ballenas jorobadas murieron en las enormes redes de arrastre que se utilizan para capturar kril. A ésto se suman otras 4 ballenas que fallecieron entre el 2021 y 2022, debido a interacciones con la flota pesquera industrial de kril. Esta dramática situación no constituye un hecho aislado. Su frecuencia obedece a un patrón recurrente.
La base de la vida marina en peligro por el salmón de cultivo
El kril es un pequeño crustáceo, similar a un camarón, que constituye la principal fuente de alimento de la vida marina antártica, incluyendo a las ballenas. Lamentablemente para la estos mamíferos marinos, el kril también constituye una de las principales pesquerías en el Océano Austral. Debido a que el kril produce el único aceite marino que combina ácidos grasos omega 3, fosfolípidos y antioxidantes – elementos imprescindibles para el crecimiento, alimentación y salud de los organismos – es ampliamente utilizado en la producción de cápsulas de omega-3 y otros productos. Sin embargo, su mayor uso actual se destina a la producción de harina y aceite de pescado, utilizados para la alimentar diversas especies de cultivo industrial intensivo de peces, destinados al siempre demandante mercado global.
En Chile, la mega industria productora de salmónidos de cultivo se caracteriza por ser la segunda mayor a nivel mundial, con una producción de un millón de toneladas anuales. El gobierno y las empresas transnacionales proyectan incrementar a 1,2 millones anuales las producciones en el 2032, en aguas de las regiones Patagónicas y sub-antárticas. Todo con el apoyo político y financiero del Estado chileno, responsable de permitir la operación de 416 concesiones salmoneras industriales en parques nacionales y áreas marinas protegidas del sur del país. Esto, a pesar de las múltiples denuncias e investigaciones científicas que demuestran la amenaza que representa la expansión de la salmonicultura intensiva para la adecuada conservación de estas prístinas áreas y su frágil biodiversidad. En el caso de los cetáceos, estas especies se han visto afectadas, e incluso han muerto, debido a enmalles en redes anti-lobos marinos y diversos aparejos de las balsas jaula, colisiones con naves asociadas a la industria acuícola, y activos procesos de contaminación orgánica, química y por plásticos, entre otros factores.
Las denominadas “áreas protegidas” existentes en Chile no son las únicas zonas donde la industria productora de salmónidos mata ballenas. Desde 1994, el vasto océano Austral es un santuario de ballenas donde se prohíbe la captura de estos grandes cetáceos. A pesar que actualmente no se cazan ballenas allí, éstas continúan muriendo a causa de las actividades humanas. El principal responsable es la pesquería de kril, cuyas crecientes capturas se utilizan principalmente como alimento para salmones de cultivo intensivo, debido a su alto contenido de omega-3 y pigmentos naturales que le entregan a la musculatura del salmón su característica y valorada coloración rosada.
La salmonicultura industrial chilena está causando la muerte de ballenas desde las aguas de la Patagonia hasta la Antártica.
A fines de enero de 2024, una ballena jorobada quedó atrapada en las redes del arrastrero de kril chileno Antarctic Endeavour, perteneciente a la empresa Pesca Chile S.A. Tras aproximadamente 40 minutos de maniobras para cortar las redes, la ballena fue liberada, presentando síntomas de letargo y sangrado en la región caudal. Según el informe de la pasada reunión de CCAMLR, los científicos observadores a bordo registraron esta captura como un evento de mortalidad, pues las lesiones sufridas por el enmalle fueron, sin duda, letales.
A esta ballena, se suman sólo en 2024, dos ballenas jorobadas también fallecidas a causa de las enormes redes de arrastre que son utilizadas para capturar kril.
Además de los eventos de muerte directa por interacción en las áreas de alimentación, la pesca que kril en el Océano Austral representa una grave amenaza para la supervivencia de las grandes especies de ballenas al competir directamente con la principal fuente de alimento de estos mamíferos marinos.
Ejemplo del saqueo extractivista que esta ocurriendo en los mares australes es el hecho que el 13 de mayo pasado, en la región de Magallanes, se registró un hito histórico al realizarse la mayor descarga de harina de kril (1280 toneladas),- proveniente de aguas antárticas en el puerto de Punta Arenas, las que se efectuaron desde el buque factoría Komandor de Norebo – la nave más grande (121 mts de eslora) que ha descargado este producto en este puerto patagónico. Los 1,28 millones de kgs de harina de kril descargados, se almacenaron en el Muelle Mardones, a la espera de embarque a su destino final.
De acuerdo a los reportes de la CCAMLR, la captura de kril en el océano austral ha aumentado de 104.728 toneladas en 2007 a 424.203 toneladas métricas en 2023. Para octubre del 2024 ya se habian capturado cerca de 500 mil toneladas. Grandes navíos pesqueros-factoría, como los de la empresa noruega Aker BioMarine, vacían el océano austral de 500 toneladas de kril diariamente, que es el equivalente a la dieta diaria de 150 ballenas jorobadas. Además, las zonas de intensa actividad pesqueras se superponen a las áreas de alimentación de las grandes ballenas, lo cual explica el sistemático numero de ejemplares de ballenas muertes durante los últimos años.
La expansión de la mega industria salmonera: La nueva amenaza que sobre el incierto futuro para las poblaciones de ballenas en aguas de la Patagonia chilena y de la Antártica
Durante los últimos años el interés geopolítico y comercial por la competencia en incrementar las capturas de kril antártico está aumentando debido a la creciente expansión de las producciones de salmones y truchas de cultivo intensivo destinado a mas de 70 mercados internacionales.
Su creciente uso en la alimentación de los salmones de cultivo industrial como aditivo alimentario y para pigmentar su musculatura, haciéndola más atractiva a los consumidores en Estados Unidos, Canadá, Japón, China, Australia o Escocia, resulta preocupante si se considera que los monocultivos industriales de salmón con base en Chile, han presentado una expansión de sus producciones de 3.600% entre 2019 y 2023, y que especialmente las transnacionales noruegas, han planeado continuar expandiendo sus producciones hacia el 2050 en las áreas costeras de la Patagonia – tanto chilena como argentina – así como en las estratégicas zonas subantárticas de estos países sudamericanos.
Mientras la pesca industria de kril sigue aumentando, diversos estudios revelan que la abundancia de este crustáceo disminuye desde el cierre de la caza comercial de ballenas, probablemente a causa de la pérdida de los servicios de reciclaje de nutrientes que entregaban vivas las ballenas capturadas. Esto es aun mas preocupante si se considera que durante la última reunión de la CCAMLR el límite de captura de 620,000 toneladas métricas que durante los últimos 15 años dividió las áreas de pesca en cuatro zonas de captura con el fin de evitar la sobre explotación del crustáceo, ahora podrá concentrarse en puntos más pequeños y específicos de gran abundancia de kril, algunos de los cuales están repletos de vida silvestre… y de ballenas. Todo esto en momentos que el calentamiento de las aguas australes y el derretimiento de los hielos antárticos amenaza con reducir en un 30% el stock de kril antártico para finales del presente siglo.
Bajo este escenario, el incremento del esfuerzo pesquero de kril para abastecer a la mega industria salmonera generará un aumento significativo en el número de muertes de ballenas, que son fundamentales vivas para el correcto funcionamiento del ecosistema. Todo esto, a costa de mantener activa una industria ambientalmente insostenible.