15 de Junio de 2011 – Los cachalotes, mas conocidos por la novela de Herman Melville como “Moby Dick”, son quizás una de las especies no humanas más sorprendentes del planeta.
Como mamífero, el cachalote realiza una proeza que no creeríamos si no se hubiéra comprobado científicamente. Para cazar su alimento, el elusivo calamar gigante, el cachalote se sumerge a más de dos mil metros de profundidad en el océano. Esta hazaña significa poder soportar una presión 200 veces superior a la que estamos sometidos cuando nos encontramos al nivel del mar, o el equivalente a una torre de 200 camionetas apiladas verticalmente sobre una plataforma de un metro cuadrado.
Para alcanzar esta increíble profundidad, el cachalote cuenta con un enorme órgano, responsable de la peculiar forma y colosal tamaño de su cabeza, conocido como espermaceti. Éste está formado por densa grasa que sirve, entre otros, para ajustar la flotabilidad de los cachalotes en el océano. Al descender hacia el fondo marino, el agua fría y la presión solidifica la cera del espermaceti y la convierte en una masa similar a la mantequilla que actúa como lastre, facilitando la inmersión. El consumo de oxigeno y el aumento de la temperatura corporal producidos durante la cacería del calamar gigante, calientan el espermaceti, el cual comienza a actuar de manera inversa a la inmersión, como un flotador que facilita el regreso a la superficie.
Investigadores británicos descubrieron recientemente que esta sorprendente característica de buceo es compartida con los copépodos. Estas pequeñas criaturas marinas, pertenecientes a la familia de los crustáceos, contienen altos niveles de ácidos grasos en sus pequeños cuerpos que también actúan como lastre o flotador.
Un artículo publicado recientemente en Limnology and Oceanograpy describe cómo los copépodos del Océano Austral “hibernan” a grandes profundidades bajo el mar durante la temporada invernal, cuando los mares son tormentosos y el alimento es escaso.
Al igual que los cachalotes, los fluidos grasos del cuerpo de los copépodos sufren transformaciones sorprendentes. A medida que bucean, la presión del agua activa un proceso que solidifica el aceite y cambia la densidad, convirtiéndolos en neutralmente boyantes y permitiéndoles pasar el invierno protegidos sin necesidad de gastar energía nadando constantemente para mantenerse en profundidad.
La superficie del mar durante el invierno en el Océano Austral no es un lugar seguro para cachalotes y menos para criaturas tan pequeñas como los copépodos. La migración vertical que realizan durante el invierno austral les permite protegerse y reducir la mortalidad.
Ya sea para alimentarse, o para evitar convertirse en el alimento de otros, cachalotes y copépodos nos demuestran que sobre el océano, sabemos muy poco, y que la única manera de poder descubrir sus innumerables misterios es protegiéndolo y conservándolo saludable en el largo plazo.
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