Por: Mariano Fernández A.
Embajador de Chile en el Reino Unido.
Jefe de la delegación ante la CBI
Chile no es un país cazador de ballenas y las industrias que tuvo en el pasado desaparecieron hace más de treinta años como en casi todos los países del mundo que utilizaban la grasa del mayor mamífero viviente para producir aceite destinado a diversos usos industriales y domésticos. En aquella época quedó claro que las diferentes especies de ballenas corrían serios riesgos de extinción y en un lugar preponderante la mayor de ellas, la ballena “azul”, cuyo tamaño no ha sido jamás superado por animal alguno cualquiera sea su origen.
Veinte años de moratoria.- En vista del peligro de extinción, la CBI, creada en 1946, decidió declarar una moratoria de la caza de ballenas en 1982, lo que ha permitido una cierta recuperación de las especies, pero en opinión mayoritaria de los científicos para nada lo suficiente como para reabrir las posibilidades de caza de los cetáceos con fines comerciales, todo lo cual es el centro de la disputa entre los “cazadores” y los “conservacionistas”. Nuestro país apoya con decisión los criterios conservacionistas, pero trabaja para posibilitar una eventual cooperación entre los bandos en disputa. Estos intentos no tuvieron mayor éxito en la Asamblea de Ulsan, pero es evidente que la tendencia futura será aumentar los esfuerzos para acercar posiciones entre los dos sectores tratando de mantener la conservación como el criterio dominante, sin excluir el uso sustentable del recurso, particularmente por parte de aquellos países o regiones que tienen una tradición de lo que se llama el “consumo aborigen” de su carne, su grasa y su piel como es el caso de poblaciones en Estados Unidos, Japón, Rusia y otros países principalmente de las zonas más nórdicas del planeta.
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