El pasado lunes se iniciaron las reuniones del Comité Científico de la Comisión Ballenera Internacional (CBI) donde Japón presentará un programa de captura de diversas especies de ballenas con supuestos fines científicos que busca continuar y expandir el recientemente terminado y altamente cuestionado programa de investigación JARPA (Japan Research Program in Antarctica).
A pesar que el nuevo programa, JARPAII, se ha mantenido en estricto secreto, diversos artículos de prensa de los medios japoneses ya han dado algunas pistas sobre las intenciones de Japón. En primer lugar, el programa de “caza científica” busca duplicar el número de ballenas cazadas anualmente en aguas antárticas, es decir alrededor de 800 ballenas minke del hemisferio sur. Adicionalmente, el programa incluye la captura de ballenas jorobada y ballena de aleta, dos especies actualmente consideraras en peligro por la Unión Mundial para la Conservación de la Naturaleza (IUCN).
Debido a que la Convención Internacional para la Regulación de la Ballenería (CIRB) no contiene mecanismos para prohibir las capturas con supuestos fines científicos, el programa no necesita la aprobación de la CBI para ser ejecutado. Sin embargo, la propuesta ha generado la indignación de la comunidad internacional, ya que constituye un abuso a lo establecido en la Convención, socava la moratoria vigente sobre la caza comercial e ignora los derechos soberanos de los países del hemisferio sur que buscan proteger las poblaciones de ballenas para utilizarlas a través de metodologías no letales, como el turismo de observación de ballenas.
De acuerdo a fuentes citadas por la agencia de noticias Japan Kyodo, el nuevo programa JARPAII se fundamentaría en la necesidad de conocer el ecosistema del Océano Antártico, ya que el número de avistamientos de ballenas habría aumentado durante los últimos años. Sin embargo, la Comisión ha adoptado más de 30 resoluciones llamando a detener estos programas debido a que son injustificados, no cumplen con los criterios de investigación establecidos en la Convención, socavan el espíritu de la moratoria y mejores resultados podrían ser obtenidos a través de metodologías no letales. A pesar de ello, Japón continúa ignorando los intereses de la mayoría de los miembros de la CBI.
El rechazo de la comunidad internacional no se ha hecho esperar, especialmente de parte de los países del hemisferio sur que ven cómo las operaciones de “caza científica” podrían amenazar la recuperación de especies que actualmente se encuentran clasificadas en peligro y que brindan grandes beneficios económicos en un creciente número de países, a través de actividades de ecoturismo. El Primer Ministro de Australia, John Howard expresó su preocupación por el programa en una carta dirigida a su homólogo japonés Junichiro Koizumi, y grupos ambientalistas australianos están solicitando acciones más concretas contra Japón como el cierre de sus puertos a embarcaciones niponas.
JAPÓN Y EL COLAPSO BALLENERO ANTÁRTICO
En 1934 Japón inició operaciones balleneras en el Océano Austral, las cuales fueron detenidas durante la Segunda Guerra Mundial. Una vez finalizada, Japón reanudó las operaciones balleneras bajo el alero del General MacArthur, con la condición de que la carne obtenida fuera utilizada para aliviar la escasez de alimentos en Japón y de que el aceite fuera destinado al mercado mundial. De esta manera, la industria ballenera japonesa comenzó a expandirse tanto en flotas como en equipamiento, convirtiéndose en la más grande nación ballenera durante la década de 1960. Sin embargo, a medida que la flota iba aumentando, los recursos balleneros antárticos fueron disminuyendo drásticamente debido a la sobre explotación indiscriminada por parte de Japón y otras naciones balleneras, principalmente del hemisferio norte. Para la década de los ochenta, las poblaciones de ballenas en la Antártica y otros océanos, se encontraban al borde de la extinción por lo que en 1982 la CBI acordó implementar una moratoria sobre la caza comercial de todas las especies de ballenas.
Sin embargo cuando la moratoria entró en vigencia en 1986, Japón comenzó el arriendo de su antigua flota ballenera para el desarrollo de programas de caza científica en aguas antárticas. Desde entonces, el gobierno de Japón ha continuado auto otorgándose cuotas anuales de captura con supuestos fines científicos, a pesar que las aguas antárticas brindan completa protección a todas las poblaciones de ballenas gracias a la creación del Santuario Ballenero Austral en 1994. Durante los últimos 16 años, la política ballenera de Japón en la antártica se ha impuesto unilateralmente, ignorando los reiterativos llamados de la Comisión y el Comité Científico para detener las operaciones balleneras en aguas que actualmente conforman el Santuario Ballenero Austral.
Adicionalmente, la intención del gobierno japonés de continuar y aumentar la caza de diversas especies de ballenas en aguas antárticas amenaza la conservación de un recurso, que al ser migratorio, es utilizado económicamente por un creciente número de países a través del Turismo de Observación de Cetáceos. Por lo tanto, la decisión del gobierno japonés de continuar las operaciones balleneras en aguas antárticas, también constituye una amenaza para las economías locales que actualmente se benefician social, cultural y económicamente del turismo con ballenas.
La historia de la ballenería demuestra que esta industria no es sustentable debido a que las ballenas son mamíferos marinos, de reproducción lenta, cuyas poblaciones son muy sensibles a los impactos negativos generados por la explotación u otras actividades humanas. Por estos motivos es necesario que los países del hemisferio sur expresen públicamente su rechazo a cualquier propuesta que busque justificar la captura de ballenas en aguas antárticas y trabajen en conjunto con otros países para defender el derecho soberano de las naciones a conservar y utilizar este ‘recurso compartido’ mediante metodologías no letales.
Fuente: CCC