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Detrás de la caza científica de ballenas

El pasado 30 de marzo la prensa internacional anunciaba que la flota de caza científica de ballenas del gobierno de Japón, había regresado a puerto con 440 ballenas minke del hemisferio sur tras cinco meses de operaciones balleneras en aguas antárticas.

De acuerdo a oficiales japoneses, la misión de la expedición científica fue reunir información sobre los hábitos alimenticios de las poblaciones de ballenas., ya que el gobierno de Japón afirma que los programas de caza científica respaldan las argumentaciones sobre el aumento de las poblaciones de ballenas y entregan información sobre cómo las ballenas estarían consumiendo valiosos recursos pesqueros.

Sin lugar a dudas, la crisis mundial de la industria pesquera necesita encontrar responsables que distraigan la atención sobre la deficiente administración de los recursos marinos vivos, y las ballenas, siendo especies grandes que obviamente consumen alimentos, se han convertido en el chivo expiatorio preferido de las naciones que tienen grandes intereses pesqueros como Japón, Islandia y Noruega.

La supuesta amenaza que representarían las ballenas para la industria pesquera ha sido un argumento crecientemente utilizado durante la última década, principalmente por Japón e Islandia, para justificar la continuidad y expansión de los programas de caza científica de ballenas en aguas del Santuario Ballenero Austral, Pacífico Norte y Atlántico Norte.

Los programas se realizan debido a un vacío legal existente en la Convención Internacional para la Regulación de la Ballenería (CIRB/1946) de la Comisión Ballenera Internacional (CBI), que establece que los países miembro pueden auto otorgarse cuotas de caza de ballenas con fines científicos. Este ha sido un punto controversial dentro de la CBI, ya que la mayoría de los países miembros considera que Japón ha abusado continuamente de este resquicio legal.

DEBILIDADES DE LOS PROGRAMAS CIENTIFICOS

Desde la implementación de la moratoria global sobre la caza comercial de ballenas (1986), Japón ha buscado la forma de mantener activo el mercado interno de carne y productos de ballena.

Al principio las autoridades japonesas intentaron abolir definitivamente la moratoria argumentando que algunas poblaciones de ballenas, como la minke del hemisferio sur, podrían aumentar a niveles perjudiciales para otras especies protegidas que no presentaban signos de recuperación, como la ballena azul, ya que competirían por el krill antártico, principal alimento de ambas especies.

Sin embargo, este argumento fue rápidamente desechado cuando informes soviéticos presentados durante la 48va reunión de la CBI (1996) revelaron que las flotas balleneras de la ex potencia mundial continuaron cazando miles de ballenas azules en el hemisferio sur a pesar que la especie se encuentra protegida a nivel mundial desde mediados de la década de los sesenta.

Al no lograr levantar la moratoria sobre la caza comercial de ballenas, el Gobierno de Japón se embarcó en el desarrollo de programas de caza científica, que se han destacado por: no cumplir con los requerimientos establecidos por la Convención de la CBI para este propósito; cambiar constantemente los objetivos científicos con el fin de expandir las operaciones balleneras; y presentar fallas graves a nivel científico.

Por ejemplo, el número de publicaciones generado por el programa de caza científica en la Antártica ha sido considerado como un record trágico para un programa de tal envergadura, que ha durado tantos años y que ha matado miles de animales en nombre de la ciencia. En 16 años de caza científica, el programa japonés en la Antártica cuenta con una sola publicación en una editorial científica internacional (Kishino et al. 1991).

Adicionalmente, 21 científicos internacionales expertos en investigación de cetáceos, entre los cuales se incluyen destacados miembros del Comité Científico de la CBI, han afirmado públicamente que: los programas de investigación japoneses están pobremente diseñados desde la perspectiva científica; socavan la moratoria sobre la caza de ballenas; incentivan la caza de ballenas incluso ante la ausencia de justificaciones científicas; y perjudican la confianza pública sobre la legitimidad de la ciencia como entidad consejera de políticas de conservación y administración marina.

PROSELITISMO BALLENERO

A pesar de todas estas falencias, la última argumentación japonesa que sostiene que las ballenas están consumiendo los recursos marinos destinados a los humanos, ha permitido a Japón expandir los programas de caza científicos, así como también aumentar el número y las especies de ballenas cazadas. Desde el año 2000 Japón no sólo captura ballenas minke en el Pacifico Norte, sino que también caza ballenas de Brydesei y cachalotes.

Para la ciencia formal, la argumentación japonesa es extremadamente simplista ya que el ecosistema marino es una red muy compleja que no sólo comprende a los peces por un lado y las ballenas por el otro, sino que además incluye un sinnúmero de otros factores, como interacciones entre diversas especies y otras formas de competitividad distinta a la predación; todas ellas dependientes de los cambios ambientales naturales o producidos por las actividades humanas. Las variables son tan numerosas, que en el mejor de los casos, algunos científicos sólo se aventuran a opinar que la caza de cetáceos no garantizaría la recuperación de la industria pesquera.

Sin embargo Japón continúa promoviendo implacablemente su mensaje no sólo en la CBI, sino en una serie de convenciones, seminarios y negociaciones a nivel internacional, incluso en reuniones de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación  (FAO), donde la delegación japonesa incluso ha llegado a declarar que la seguridad alimentaria depende de la reapertura de la caza comercial de ballenas.

Todo indica que detrás de la argumentación japonesa, carente de fundamentos científicos serios, yace el interés de las potencias pesqueras para establecer un plan de administración de especies múltiples que involucre la caza a gran escala de grandes especies predadoras (como las ballenas) con el supuesto objetivo de maximizar los niveles de captura de otras especies marinas de interés comercial.

A pesar de lo atractiva que pueda parecer ésta propuesta para la industria pesquera y otras entidades económicas cortoplacistas, lo cierto es que el número de ballenas actual es sólo un pequeño porcentaje de la población total de ballenas existente antes de la ballenería industrial por lo que – siguiendo la lógica del Gobierno japonés – las poblaciones de peces deberían haber aumentado considerablemente y no disminuido al preocupante nivel en que se encuentran actualmente.

Así todo, Japón continúa aumentando el número y especies de ballenas cazadas en nombre de la ciencia y el debate “Ballenas vs. Peces” sigue expandiéndose a nivel mundial. Quizás deberíamos preguntarnos hasta qué punto el éxito alcanzado por Japón en su campaña ballenera depende de quienes rápidamente aceptan conceptos idealistas que buscan ser económicamente atractivos a corto plazo.

Fuentes: FINS ACCOBAMS Newsletter (March 2004); Earth Island Journal (Fall 1996); Whalers and Their Foes Enlist ScientistsThe New York Times (June 2002).