Un artículo publicado por la organización japonesa Red de Acción Iruka y Kujira (Delfines y Ballenas) reveló que la nación asiática está acumulando miles de toneladas de carne y productos de ballena congelada ya que, contrariamente a lo que afirma el gobierno de ese país, el apetito de los consumidores por este tipo de productos es muy bajo o inexistente.
El artículo titulado “La Carne de Ballena No se vende: Informe del ICR Revela Resultados Miserables” informa que el 27 Octubre de 2011 el Instituto de Investigación de Cetáceos (ICR por sus siglas en inglés) de Japón – organismo encargado de llevar adelante la controvertida labor de matar ballenas en nombre de la “investigación científica” – anunció que remataría 1121.9 toneladas de carne de ballena proveniente de las operaciones balleneras que realiza en aguas internacionales del Pacífico Norte. De este total, poco más de 235 toneladas fueron aseguradas a menor costo para comunidades rurales y escuelas públicas; y a diferencia de otros años, la liquidación incluyó 3 toneladas de carne de cachalote.
Tras una serie de cinco remates realizados entre noviembre de 2011 y marzo de 2012, que también incluyó carne de ballena minke, sei y Bryde, tan sólo 303 toneladas lograron ser comercializadas. Dos tercios de la carne proveniente de cientos de ballenas quedaron sin venderse, evidenciando que la agresiva política ballenera de Japón en la Comisión Ballenera Internacional (CBI) pareciera no representar los intereses del pueblo japonés sino de una elite asociada a la industria pesquera nipona que busca asegurar su acceso a los ‘recursos’ de Alta Mar a cualquier costo.
Debilitamiento del ICR en Ajuste de Precios
El creciente desinterés por la carne de ballena en Japón ha debilitado significativamente la influencia que tenía el ICR en la fijación de los precios de estos productos. El artículo informa que hasta 2010 la carne era comercializada directamente a mayoristas a través de la empresa Kyodo Senpaku y el ICR definía el precio referencial en base a los costos de cada temporada de “caza científica” de ballenas. Bajo el nuevo sistema de subastas los postores, que incluyen mayoristas y público general, son los encargados de establecer el precio referencial.
El análisis de la información publicada por el ICR con los resultados de los remates evidenció que sólo el 19,4 por ciento del total de la carne fue destinada a uso público, mientras que el 80,5% fue subastada en el comercio. El carácter comercial de las matanzas no podría ser más evidente y refuerzan las crecientes demandas para sancionar estas operaciones balleneras como ilegales.
Con miles de toneladas de carne y productos de ballena acumulándose en congeladores a lo largo de Japón, los esfuerzos del ICR por vender lo obtenido en el programa de “caza científica” no dieron los resultados esperados. Sólo el 0.025% del total de la carne subastada se comercializó a un precio mayor al referencial. El fracaso fue tan rotundo que algunos productos como la cola de ballena Bryde, cuyo precio referencial fue reducido en 50 por ciento, finalizó “sin ofertas exitosas”, pasando a formar parte del 66% que regresó a los helados contenedores.
Los precios de referencia de los productos que lograron venderse también revelaron desinterés general a la carne de ballena, independientemente de la especie. Todos los productos fueron subastados a menor precio que el sugerido por el ICR. Esta situación evidenció la urgencia de este organismo por deshacerse del creciente stock de ballenas muertas. En especial considerando que las subastas se realizaron mientras se llevaba a cabo la temporada de “caza científica” de ballenas en la Antártica donde se capturaron 266 ballenas minke y una ballena de aleta (especie En Peligro) que podrían generar más de mil toneladas “extra” de carne.
Si bien el gobierno japonés responsabiliza a la organización internacional Sea Shepherd de obstruir las operaciones e impedir la captura total de la cuota auto otorgada de “caza científica” (900 minke y 50 de aleta), lo cierto es que ante la inapetencia ballenera la nación asiática resulta la más beneficiada si se considera el espacio, energía y costos involucrados en mantener congelada miles de toneladas de carne de ballena.
Mercado Saturado
El artículo continúa narrando que el sobre almacenamiento de productos de cetáceos generados por la “caza científica” se suman miles de toneladas de ballena minke y de aleta importada desde Islandia. Entre 2010 y 2011 más de 1,400 toneladas, correspondiente al 25% del total producido por los programas “científicos” entraron al mercado nipón. Sin embargo los esfuerzos islandeses por aumentar el consumo de ballenas en Japón tampoco tuvieron éxito. El 08 de mayo pasado, Kristján Loftsson, empresario ballenero islandés que comercia con la nación asiática anunció que suspendía la matanza y exportación de ballenas de aleta en 2012 porque el costo de las operaciones no es rentable.
De manera similar agrega que una tercera fuente de carne de ballena en Japón corresponde a las capturas “científicas” realizada por las Asociación para la Ballenería Costera-Comunitaria, organismo creado por el ICR en 2009 que opera en aguas costeras de Ayukawa y mantiene una cuotas auto otorgada de 60 ballenas minke. A pesar que Ayukawa resultó severamente destruida por el terremoto y tsunami de marzo de 2011, las operaciones balleneras se reanudaron en Abril de 2012. Como resultado, 500 kilos de carne de ballena entraron al mercado nacional y fueron subastados a un precio superior a la carne congelada comercializada por el ICR a través de Kyodo/Senpaku, sugiriendo una preferencia del mercado a la carne fresca de ballena.
El esfuerzo realizado por el gobierno de Japón para reactivar la ballenería en Ayukawa no está exenta de controversia. Esto porque más de 25 millones de dólares provenientes de fondos públicos originalmente destinados a la reconstrucción del país fueron desviados a los programas de “caza científica” de ballenas con el supuesto objetivo, entre otros, de contribuir a la recuperación de Ayukawa. Sin embargo la carne obtenida por un reducido grupo de pescadores es despachada directamente hacia Tokio por lo que las ganancias generadas no benefician a la comunidad local.
Estos hechos sólo aumentan las críticas y cuestionamientos sobre los reales intereses y objetivos detrás de la agresiva y poco transparente política ballenera del gobierno japonés.
Fuente: Red de Acción Iruka y Kujira (Iruka y Kujira) de Japón; Centro de Conservación Cetacea