El estudio que comenzó hace dos años a bordo del buque científico Odyssey, obtuvo muestras de 234 cachalotes de cinco sitios del Pacífico (el Golfo de California (México), las islas Galápagos (Ecuador), Kiribati, el cruce del Pacífico (aguas entre las Galápagos y Kiribati) y Papúa Nueva Guinea).
Los resultados han sorprendido al equipo de investigadores, formado por 17 coautores de cinco países (Argentina, EE.UU., Italia, Sudáfrica y México), pues los análisis de biopsia más otros exámenes de piel y grasa revelan altos niveles de contaminantes en estos mamíferos marinos.
Cachalotes, indicadores de la salud de los océanos
“Los cachalotes pueden ser importantes centinelas de la salud de los océanos porque son carnívoros y, probablemente, acumulan y magnifican sustancias contaminantes, ya que son enormes y longevos”, precisó el doctor Luciano Valenzuela, miembro del Instituto de Conservación de Ballenas (ICB/Argentina) y coautor del estudio.
Valenzuela agrega que “los cachalotes tienen distribución global, pero las hembras y los juveniles tienden a quedarse dentro de un rango de 1000 km, lo que nos permite obtener más información sobre regiones oceánicas específicas.”
Estudiar la contaminación marina, que afecta directamente la salud de las ballenas y el resto de las especies, es un trabajo difícil por la enorme variedad de sustancias dispersas en tanta cantidad de agua. La mejor oportunidad para un primer paso -en el Océano Pacífico- la dio el viaje del buque Odyssey, de la Ocean Alliance y el Whale Conservation Institute (WCI), de los EE.UU, la representación del WCI en la Argentina es el ICB.
Durante dos años, científicos de distintos países obtuvieron muestras de cetáceos de todos los océanos con ayuda de un dispositivo similar a una ballesta y que, a la distancia, permite extraer como con un “sacabocado” una pequeña muestra de piel y grasa de los animales mientras nadan, sin molestarlos ni causarles daño alguno.
¿Cómo se Midió el Nivel de Contaminación?
Los científicos midieron los niveles de una enzima, la CYP1A1, que metaboliza ciertos hidrocarburos aromáticos y contaminantes orgánicos, como el pesticida DDT. Esos hidrocarburos se encuentran en la naturaleza, pero en bajas concentraciones; también los libera el fondo del océano.
Pero cuando esas concentraciones son altas, especialmente cerca de los continentes, lo que se mide es la acción humana, a través de actividades como la fabricación de plástico o la explotación de petróleo.
“Se sabe que cuanto mayor es la exposición a esos hidrocarburos, mayor será la expresión de la enzima CYP1A1 en el organismo -explicó Valenzuela. Muchos contaminantes sintéticos son hidrocarburos aromáticos y pueden producir mutaciones genéticas y cáncer.”
El equipo, halló que la cantidad de enzimas CYP1A1 en las muestras de los cachalotes de las Galápagos era dos veces más alta que en las de los animales del Golfo de California. “En promedio, las muestras individuales tenían hasta seis veces más expresión de la enzima que el nivel considerado normal”, indicó Valenzuela.
Para el doctor Mariano Sironi, director científico del ICB, la participación de un investigador argentino en esta megainvestigación destaca “la importancia del trabajo científico aplicado a la conservación que las ONG realizamos en nuestro país”.
Sobre el estudio, opinó que lo más interesante es la novedad del enfoque utilizado para llevarlo adelante. “Utiliza métodos que permitirán continuar monitoreando el estado de salud del ambiente marino en gran escala a través del estudio de una de sus especies más emblemáticas y ecológicamente interesantes, como es el cachalote -precisó-. Además, demuestra la relevancia del trabajo cooperativo entre científicos de varios países en el momento de encarar proyectos de esta magnitud.” Y esto tiene beneficios por partida doble: para el conocimiento y, también, para la conservación marina. “En definitiva, para todos”, concretó Sironi.
Priscila Escobar, Médica Veterinaria del Centro de Conservación Cetacea indica que “En Chile los cachalotes se encuentran también distribuidos en aguas profundas y como cetáceos dentados (delfines, marsopas, cachalotes, zifios) tienden a bioacumular altos niveles de bifenilos policlorados (PCB) de generación en generación al transmitirse de la madre a sus crías (…) la realización de este tipo de estudios es de gran valor para conocer el estado de nuestros océanos, los contaminantes orgánicos persistentes recorren grandes distancias por medio de las corrientes de aire, ríos y corrientes marinas, por lo que han ocasionado un problema de contaminación global y son considerados por las Naciones Unidas como uno de los contaminantes más nocivos fabricados por el ser humano y en la actualidad su uso está prohibido en casi todo el mundo”.
Fuente: La Nación Argentina, CCC