A pesar de haber pasado casi desapercibido, entre el 20 y 22 de septiembre mandatarios de más de 190 países se dieron cita en Nueva York, EE.UU., con el fin de evaluar los avances en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
Adoptados en septiembre de 2000 bajo el alero de las Naciones Unidas, los Objetivos de Desarrollo del Milenio están orientados, entre otros, a erradicar la pobreza y reducir la pérdida de la diversidad biológica. Sin embargo el progreso en su cumplimiento deja mucho que desear.
“Estamos arruinando nuestra economía natural”. Con esta palabras se dirigió a la Asamblea General de las Naciones Unidas su Secretario General, Ban Ki-moon, el pasado 22 de septiembre. Al contrario de ciertas visiones empresariales que buscan desarrollar proyectos de alto impacto ambiental en zonas de alta diversidad biológica argumentando que el uso no extractivo de la naturaleza es inútil, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), afirmó recientemente que los ecosistemas y la biodiversidad que sostienen, generan servicios avaluados en trillones de dólares y que éstos son indispensables para el bienestar y la supervivencia de la especie humana.
Para América Latina el tema no es menor. Nuestra región y El Caribe son el hogar del 70 por ciento de todas las formas de vida, convirtiéndolas en las zonas con mayor biodiversidad en todo el planeta. Entre la gran diversidad de especies se destacan más del 40% de todas las aves y una gran variedad de vida marina como tiburones, delfines y ballenas.
La importancia de esta riqueza natural fue uno de los temas destacados durante el encuentro en Nueva York. De acuerdo a Ki-moon, el turismo sostenible promueve la conservación de la biodiversidad y ayuda a la reducción de la pobreza, dos de los Objetivos de Desarrollo del Milenio. “Los ingresos generados por el turismo sostenible son un apoyo importante para la conservación de la naturaleza, así como para el desarrollo económico” afirmó Ki-moon. Sin embargo advirtió que a pesar de los compromisos globales para proteger los ecosistemas y especies del planeta – y los bienes y servicios que brindan – la diversidad biológica del planeta Tierra “continúa declinando a un ritmo sin precedentes debido a factores antropogénicos”.
Por su parte, el Secretario General de la Organización Mundial de Turismo, Taleb Rifai, destacó el inmensurable valor de la biodiversidad para el desarrollo del turismo, afirmando que “los ingresos generados mediante el disfrute de la diversidad biológica, actividad que frecuentemente es realizada en países en desarrollo, son una fuente significativa de ingresos y empleos para las comunidades locales”.
En América Latina, el turismo de avistaje de cetáceos (delfines y ballenas) es un claro ejemplo de cómo la conservación de la biodiversidad y el turismo ayudan al cumplimiento de al menos dos de los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Con ingresos superiores a dos mil millones de dólares al año y un crecimiento superior al 11% anual durante la última década, el turismo de avistaje de cetáceos es uno de los sectores de mayor expansión dentro del rubro del turismo regional que beneficia a cientos de comunidades costeras de la región latinoamericana1.
Ésta es una de las razones por la cual los países de América Latina que son miembro de la Comisión Ballenera Internacional (CBI), conocido como Grupo Buenos Aires, trabajan activamente en el seno de dicho organismo internacional para consolidar “el reconocimiento del uso no-letal de los cetáceos como un derecho inalienable de los pueblos que han decidido ese sistema de gestión en beneficio de sus comunidades costeras”2.
Tras haber sido llevadas al borde de la extinción por la ballenería comercial el siglo pasado, las mayoría de las poblaciones de grandes cetáceos aún se encuentran En Peligro y requieren de medidas de protección eficientes que les permita su recuperación a largo plazo.
Gracias a la moratoria sobre la caza comercial de ballenas, implementada desde 1986 a nivel global, diversas especies de ballenas han podido aumentar su número. El lento retorno de las ballenas a zonas ancestrales de alimentación y crianza se ha convertido en una valiosa oportunidad para el desarrollo de cientos de comunidades costeras mediante el turismo de avistaje de ballenas. Sin embargo, la creciente presión ejercida por naciones como Japón, Islandia, Noruega, Estados Unidos y Nueva Zelanda para reanudar la caza comercial de estos gigantes marinos no sólo representa un obstáculo para reducir la acelerada pérdida de la biodiversidad sino que constituye una amenaza para el desarrollo a largo plazo de cientos de comunidades costeras cuyas economías dependen de poblaciones saludables de ballenas.
Frente a las evidentes dificultades de los gobiernos para abordar eficientemente la protección de la biodiversidad, el destacado actor norteamericano y embajador de buena voluntad para la biodiversidad de las Naciones Unidas, Edward Norton, afirmó durante la reunión en Nueva York que “son los individuos quienes tienen el poder de realizar cambios significativos en la preservación de la biodiversidad, a través de sus billeteras, sus habilidades de comunicación en las redes sociales y sus elecciones políticas”. Al respecto, Norton hizo un llamado al público a “jugar un rol más importante en detener la pérdida de la biodiversidad en el planeta”.
En pocas semanas se dará inicio en Nagoya, Japón, la 10ma Conferencia de las Partes de la Convención sobre Diversidad Biológica (COP10 CBD), que en esta ocasión coincide con el Año Internacional de la Biodiversidad. El llamado de los gobiernos estará orientado a “celebrar la vida en la tierra y valorar la biodiversidad en nuestras vidas”. Irónicamente, inmediatamente después del cierre de la COP10 de la CBD el gobierno japonés realizará una reunión con representantes de cerca de 40 países para “construir solidaridad” y fortalecer el lobby a favor de la reanudación de la caza comercial de especies y poblaciones de ballenas que todavía no se han recuperado de los impactos generados por la industria ballenera.
La moratoria sobre la caza comercial de ballenas es sin duda uno de los grandes hitos en la historia del derecho ambiental internacional que ha permitido a los gobiernos evitar la extinción de diversas especies de ballenas y consolidar el turismo de avistaje de cetáceos como una herramienta efectiva para el desarrollo sostenible y la reducción de la pobreza en un creciente numero de comunidades costeras de América Latina. Considerando que la moratoria ha sido clave para avanzar en el cumplimiento de dos importantes Objetivos de Desarrollo del Milenio, resulta esencial que la ciudadanía latinoamericana atienda el llamado a participar de manera informada y activa en la protección de la biodiversidad y exija a sus gobiernos una posición sólida a favor de la efectiva protección de las ballenas a nivel global, tanto en el seno de la CBI como en la CBD y otros foros internacionales.
Por Elsa Cabrera, directora ejecutiva del Centro de Conservación Cetacea
1 Erich Hoyt & Miguel Iñiguez (2008). Estado del Avistamiento de Cetáceos en América Latina. WDCS, IFAW, Global Ocean.
2 Declaración del Grupo Buenos Aires: La Conservación de los Cetáceos en el Siglo XXI y la Comisión Ballenera Internacional (Brasil, 2008)