El delfín amazónico, también conocido como Boto, Bufeo o delfín rosado de río se encuentra distribuido en las cuencas del Amazonas y el Orinoco, en países como Colombia, Venezuela, Brasil, Bolivia, Ecuador y Perú.
Su color rosado brillante hace que destaquen en las lodosas aguas de la selva, esto sumado al hecho de que sean tan dóciles y curiosos los vuelve presas fáciles de las redes y los arpones, mientras se acercan sin recelo a las embarcaciones pesqueras.
Restos de estos delfines están apareciendo en cantidades sin precedentes en los márgenes de los ríos de América, con la carne arrancada para usarse como carnada, razón por la cual los investigadores adviertan de una creciente amenaza para los delfines de río que han desaparecido ya en otras partes del mundo.
En el año 2006 fue declarada la extinción del baiji, un delfín blanco, casi ciego, que habitó el río Yangtzé en China, siendo la primera extinción de una especie de cetáceo directamente atribuible a la especie humana, un vergonzoso ejemplo de las consecuencias negativas de la sobre explotación irracional de la biodiversidad.
El 2007 un censo en 12 ríos de Sudamérica reveló que los delfines de río están en peligro. El biólogo Fernando Trujillo, de la Fundación Omacha de Colombia, dice que “estos animales hoy en día son escasos, estas especies mueren intoxicadas con mercurio, son asesinados para usar su carne como carnada y son víctimas de los derrames de petróleo”.
Trujillo alcanzó a calcular la existencia de 10.880 delfines aproximadamente, entre grises y rosados, un número muchísimo menor del que podía haber en 1980, según sus registros.
Según la información recolectada, la situación más grave la viven los caudales de Ecuador. Allí solo se alcanzaron a ver 30 delfines en total, afectados por la extracción de petróleo, que a veces se derrama en las cuencas.
En el río Meta, en el oriente de Colombia la población se ve afectada por la sobrepesca y deforestación en las rondas del río. Ese drama también se extiende al Orinoco venezolano, donde los animales mueren por intoxicación al alimentarse de peces contaminados con mercurio, utilizado en la extracción de oro.
En mayo del año 2010 al menos seis delfines rosados murieron envenenados por pescadores furtivos en la región de Loreto (Amazonía norte de Perú). En esta zona los bufeos son considerados una molestia para quienes extraen peces de la laguna Bagazán, “por lo que, según las primeras investigaciones, el envenenamiento habría sido causado por pescadores furtivos, para evitar que los delfines se alimenten de la pesca silvestre de la que se benefician ellos”, señaló el biólogo Carlos Perea, representante de la región de Loreto. Agregó que “atentar contra el bienestar de esos animales constituye un delito ecológico estipulado en el Código Penal”.
En el Amazonas “La población de delfines de río caerá si no se impide que estos pescadores los maten”, afirmó Vera da Silva, experto en cetáceos en el Instituto de Investigación Amazónica, dependiente del gobierno de Brasil. “Hemos estudiado un área de 11,000 hectáreas durante 17 años y en el último tiempo la población ha venido cayendo en siete por ciento cada año.
Ello se traduce en unos 15,000 delfines muertos al año en la parte de la Reserva de Mamiraua, ubicada en el poniente del Amazonas, donde Da Silva estudia a estos mamíferos acuáticos.
Da Silva dijo que los investigadores comenzaron a encontrar restos de delfines en las orillas de los ríos alrededor del 2000. Evidentemente habían sido capturados y destrozados por humanos para obtener su carne.
Las muertes se vuelven más comunes, explican los investigadores y agentes ambientalistas. Incluso el gobierno reconoce que hay un problema. Es ya ilegal matar a los delfines sin permiso del gobierno, como ocurre con todos los animales silvestres en el Amazonas, pero se hace poco por impedirlo.
Menos de cinco agentes tienen la tarea de proteger la vida silvestre en una región de la selva que abarca los dos tercios occidentales del estado de Amazonas, de acuerdo con el Instituto del Medio Ambiente y Recursos Naturales Renovables (Ibama), la rama supervisora del Ministerio del Medio Ambiente.
Fuente: CCC, UICN, El Nuevo Herald, El Tiempo, AFP