La matanza anual de miles de delfines en la localidad costera de Taiji (Japón) con el fin de distribuir o comercializar su carne ha sido un tema de creciente repudio internacional, en particular desde la distribución internacional del galardonado documental “La Ensenada” (The Cove en ingles) que gráfica estas matanzas.
Sin embargo para el especialista japonés Tetsuya Endo, académico de la Universidad de Ciencias de la Salud de Hokkaido, existe un tema más preocupante que debe ser abordado en profundidad por el público y el gobierno de Japón.
Entre diciembre de 2007 y julio de 2008, Endo y un grupo de investigadores tomaron muestras de cabello de 30 hombres y 20 mujeres residentes en el área de Taiji, distrito de Wakayama, con el fin de medir el nivel de contaminantes presente en sus organismos.
Los resultados relevaron que un 6% de las personas presentaban niveles de mercurio superiores a 50 partes por millón, lo cual es suficiente para generar posibles daños nerviosos como los ocurridos entre las décadas de 1950 y 1960 en Minamata, cuando decenas de pobladores murieron por intoxicación con mercurio o hidrargirismo (conocida como enfermedad de Minamata).
La investigación también reveló que a pesar de no consumir carne de cetáceos con frecuencia, el total de las personas muestreadas en Taiji presentaron niveles de mercurio 10 veces más alto que el resto de la población nipona. “Descubrimos que las personas no consumen carne de cetáceos diariamente, sino por el contrario una o pocas veces al mes, por lo que resulta preocupante descubrir los elevados niveles de mercurio presente en sus organismos” afirmó Endo al diario Japan Times.
Sin embargo Endo afirma que los resultados no le sorprenden, ya que investigaciones previas realizadas por su equipo evidenciaron que la carne de ballena y delfín comercializada en el mercado japonés contiene niveles de mercurio más altos que los permitidos en peces comerciales.
Entre 2002 y 2006, el equipo de investigación de Endo analizó 60 muestras de carne de grandes y pequeños cetáceos comercializados en el mercado japonés. Los resultados demostraron que los niveles de mercurio y metil-mercurio en la carne de delfines calderón eran significativamente más altos que los establecidos por el gobierno japonés.
Endo advierte que a pesar que la información está disponible a las autoridades locales, el gobierno no cumple con alertar a los ciudadanos sobre los peligros de consumir carne de ballena o delfín y tampoco realiza esfuerzos para incluir advertencias sobre los niveles de mercurio presente en estos mamíferos marinos en las etiquetas de los empaques.
Para Elsa Cabrera, directora ejecutiva del Centro de Conservación Cetacea, los resultados de las investigaciones realizadas en Japón son preocupantes ya que “los temas de salud humana continúan siendo poco abordados por la Comisión Ballenera Internacional, incluso en momentos en que se debate el futuro de este organismo internacional y la posible reanudación de la caza comercial de ballenas”. Y agregó que “los preocupantes resultados de las investigaciones realizadas en Japón durante los últimos años demuestran que los gobiernos de la CBI deben considerar profundamente las implicancias que sus decisiones tendrán sobre temas tan sensibles como la salud humana en el proceso de reforma de este organismo internacional”.
Consecuencias de la Intoxicación por Mercurio
El mercurio se encuentra generalmente en el medio ambiente en forma de metal. Pero bajo ciertas condiciones, éste puede convertirse en mercurio orgánico, especialmente metil-mercurio. Esta sustancia es más tóxica que el mercurio metálico y se bioacumula más rápidamente que el mercurio inorgánico.
Los síntomas por envenenamiento de metil-mercurio incluyen pérdida de la coordinación, pérdida de la visión y deterioro mental y auditivo. Adicionalmente la exposición crónica a metil-mercurio también genera malformaciones fetales y déficit conductual en los hijos de madres consumidoras de carne de cetáceos.
El mercurio afecta el sistema nervioso, el tejido cerebral, las articulaciones, el hígado, así como los glóbulos rojos. Los individuos intoxicados presentan anomalías de la percepción, pérdida de control muscular, ceguera y finalmente la muerte. Adicionalmente, el metal atraviesa la barrera placentaria y se concentra en el feto, pudiendo ocasionar daños irreparables en recién nacidos.
Fuente: Japan Times, CCC