En 2006, el biólogo canadiense Boris Worm, hizo una predicción alarmante en las páginas de la reconocida revista especializada Science, al afirmar que “si la sobreexplotación pesquera continúa al ritmo actual, la humanidad agotará sus reservas pesqueras en el año 2048”.
El intrépido análisis de Worm, generó una gran controversia en el mundo de la ciencias marinas. Ray Hilborn, colega de Worm, calificó sus conclusiones como “exageradamente estúpidas”, pero el científico canadiense se mantuvo firme en su afirmación de que el océano tiene límites y que las especies marinas están declinando a tal ritmo que pueden desaparecer.
Tres años más tarde, Worm y diversos colegas, incluido Hilborn, publicaron recientemente en Science el resultado de uno de los censos más completos sobre la salud del ecosistema marino.
El trabajo, considerado por Worm como el “CSI de la Pesquería”, incluyó datos sobre capturas de pesca mundial, evaluación de las poblaciones de peces comerciales, encuestas a diversas industrias pesqueras e información sobre modelos de pesquería a pequeña escala.
La investigación, de dos años de duración, dividió los océanos del mundo en 10 grandes ecosistemas. Los resultados evidenciaron mejorías en la mitad de las áreas estudiadas, las cuales coinciden con zonas que han adoptado mecanismos de regulación efectivos para limitar la sobreexplotación pesquera.
Sin embargo, la investigación reveló que el 63% de los stock mundiales de peces analizados están disminuyendo y que la explotación de estas especies necesita ser reducida considerablemente, en particular sobre aquellas especies más vulnerables como el atún de aleta azul del mediterráneo.
Para los investigadores, la mala noticia es que el análisis confirma la tendencia global de que las pesquerías avanzan hacia el colapso y la buena noticia es que esta tendencia ha declinando en varios de los ecosistemas estudiados que coinciden con zonas donde se ha limitado la explotación pesquera, como las aguas de Islandia, California y porciones del Atlántico nororiental.
El panorama es menos alentador en las zonas más pobres del mundo, especialmente a lo largo de la costa africana, donde existen pocas regulaciones pesqueras y falta de apoyo financiero para su cumplimiento.
Adicionalmente, a medida que los países desarrollados adoptan medidas efectivas de conservación pesquera en sus aguas regionales, las flotas de estos países reubican sus operaciones en las costas de los países más pobres, depredando indiscriminadamente los recursos marinos de estas áreas.
El estudio también reveló que el sistema de administración pesquera basado en el máximo de captura sostenible por especie, requiere integrar una visión ecosistémica que se traducirá en la reducción de las capturas de especies comerciales y la conservación de la biodiversidad marina como un todo.
La reciente publicación de Worm y sus colegas abre las puertas a un futuro más prometedor respecto a las positivas consecuencias, para el ecosistema marino y la humanidad, del adecuado manejo y control de las pesquerías.
Sin embargo, también es un llamado de atención para las naciones ribereñas en desarrollo que continúan depredando su biodiversidad marina en beneficio de empresas principalmente foráneas.
Fuentes: Time, CCC