Tokio, Japón. 25 de Abril de 2003 – Recientes análisis realizados por especialistas en toxicología revelan que las concentraciones de mercurio de las ballenas cazadas en la costa japonesa superan varias veces el límite de ingestión provisional implementado por el gobierno nipón. De acuerdo Tetsuya Endo, profesor de la Universidad de Ciencias de la Salud de Hokkaido, el mercurio disuelto en el océano podría acumularse en los peces y otras especies consumidas por los cetáceos a lo largo de la Corriente Negra (‘Kuro Shio’ en japonés), que pasa por el este de Taiwan y sube hasta llegar al Japón. Endo agregó que el mercurio podría provenir de actividades industriales desarrolladas en Japón y Asia suroriental, así como también de fuentes naturales como actividades volcánicas submarinas.
Durante la investigación, los científicos analizaron las concentraciones de mercurio en 83 muestras de carne de diversas especies de ballena, compradas en seis regiones japonesas entre los años 2000 y 2002. Los resultados revelaron que todas las muestras contenían concentraciones de mercurio superiores al límite de ingestión provisional establecido por el gobierno nipón, que corresponde a 0.4 partes por millón (ppm). Las muestras analizadas revelaron que las concentraciones de mercurio fluctuaron entre 0.8 ppm y 23.1 ppm, encontrándose las mayores concentraciones en muestras obtenidas de especímenes cazados en la costa sur de Japón.
Los investigadores también analizaron las concentraciones de metil-mercurio, una sustancia tóxica que afecta el sistema nervioso y que entre la década de los 50 y 60 fue responsable de ocasionar la enfermedad de Minamata. La concentración más alta de metil-mercurio alcanzó 10.6 ppm, es decir, 35 veces superior al límite de ingestión japonés establecido en 0.3 ppm.
Los resultados de la investigación serán presentados en la próxima reunión de la Sociedad de Higiene y Alimentación de Japón, a realizarse el próximo mes de mayo en Tokio.
INFORMACIóN COMPLEMENTARIA
Metil-mercurio: Generalmente, el mercurio se encuentra en el medio ambiente en forma de mercurio metálico. Pero bajo ciertas condiciones, éste puede convertirse en mercurio orgánico, especialmente metil-mercurio. Esta sustancia es más tóxica que el mercurio metálico y se bioacumula más rápidamente que el mercurio inorgánico. Los síntomas por envenenamiento de metil-mercurio incluyen pérdida de la coordinación, pérdida de la visión y deterioro mental y auditivo. Adicionalmente la exposición crónica a metil-mercurio también genera malformaciones fetales y déficit conductual en los hijos de madres consumidoras de carne de cetáceos.
Enfermedad de Minamata: Desde 1953 a 1960, 111 personas se intoxicaron en Minamata (Japón) por consumir pescado y moluscos que habían acumulado en su organismo mercurio. Entre las víctimas, 43 murieron en medio de sufrimientos atroces, mientras que otros 19 niños nacieron afectados de malformaciones articulares y cerebrales irreversibles. Este tipo de intoxicación por mercurio, conocido como hidrargirismo, recibió a partir de entonces el nombre de “enfermedad de Minamata”.
Al igual que los pesticidas, el mercurio no es eliminado por el organismo y sus concentraciones aumentan no sólo de un eslabón a otro de las cadenas alimentarias, sino también a medida que el organismo lo absorbe.
El mercurio afecta el sistema nervioso, el tejido cerebral, las articulaciones, el hígado, así como los glóbulos rojos. Los individuos intoxicados presentan anomalías de la percepción, pérdida de control muscular, ceguera y finalmente la muerte. Adicionalmente, el metal atraviesa la barrera placentaria y se concentra en el feto, ocasionando daños irreparables al recién nacido.
El mercurio se concentra activamente en las especies marinas que se sitúan en la cima de las cadenas alimentarias, como lobos marinos, delfines y otras especies de mamíferos marinos.
Fuentes: The Japan Times; Ecologizar