Desde hace varios años, tanto la industria pesquera como la ballenera promueven en diversos foros internacionales la necesidad de cazar ballenas y otros mamíferos marinos con el objetivo de proteger los recursos marinos. La argumentación se fundamentaría en que las ballenas, delfines y otras especies de mamíferos marinos son los responsables del colapso de los recursos pesqueros.
A pesar de haber sido duramente criticada por la comunidad científica internacional debido a la visión extremadamente simplista, ésta hipótesis ha encontrado eco en diversos foros internacionales como la Comisión Ballenera Internacional (CBI), la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) y la FAO.
Sin embargo, esto podría cambiar luego que el primer estudio global sobre interacción entre pesquerías y mamíferos marinos, sugiere que estos últimos no se alimentan generalmente en las áreas donde opera la industria pesquera. A pesar que los resultados todavía son preliminares, éstos indicarían que la disputa entre las necesidades económicas de las pesquerías y la conservación de especies en peligro, como las ballenas, debería al menos, debilitarse.
EL DEBATE ECONOMICO CIENTIFICO
Los debates en torno al impacto que tienen los mamíferos marinos sobre los recursos marinos han sido utilizados por años para justificar la continuación de las operaciones balleneras en países como Japón y Noruega, así como también la masiva matanza de focas en Canadá.
Actualmente, existe una gran presión de las naciones balleneras por levantar la moratoria sobre la caza comercial de ballenas implementada por la CBI en 1986. Durante los últimos años, la bandera de lucha de estos países ha sido afirmar que las ballenas consumen millones de toneladas de recursos marinos al año por lo que serían responsables del colapso de la industria pesquera.
Quizás una razón para explicar la recepción de una argumentación tan simplista, es que a primera vista, el potencial para la competición entre mamíferos marinos y peces pareciera ser enorme. Se calcula que los mamíferos marinos consumen más de 800 toneladas de peces y otras especies marinas al año. Sin embargo, la situación cambia cuando se compara dónde se alimentan los mamíferos marinos y en qué áreas operan las flotas pesqueras.
ANALISIS DE LOS DATOS Y RESULTADOS PRELIMINARES
Los resultados de la investigación presentados por la bióloga Kristin Kaschner durante el último Congreso Mundial de Pesquería, se basa en un estudio previo realizado en los años 90, sobre la distribución del consumo de alimentos de los mamíferos marinos en el Atlántico Norte. Durante dicha investigación se registraron 115 especies de mamíferos marinos y para cada avistamiento Kaschner anotó la profundidad del océano, temperatura del agua, y la distancia al borde del hielo. Esto le entregó una imagen de dónde habita cada especie de acuerdo a estas tres variables.
Para obtener los resultados recientemente presentados, Kaschner dividió los océanos mundiales en una grilla de aproximadamente 180.000 rectángulos, midiendo medio grado en cada dirección, y asignando a cada uno un ajuste relativo para cada especie. La distribución de las especies de mamíferos marinos obtenidos por Kaschner mediante este método, resultó muy similar a las observaciones realizadas por la CBI y diversos grupos de investigación.
Gracias al conocimiento existente sobre hábitos alimenticios de los mamíferos marinos, se obtuvo un cuadro de cuánto y dónde comen estas especies. Posteriormente, los datos fueron comparados con la distribución global de capturas pesqueras mantenida por el Proyecto Sea Around Us, una organización científica dedicada a los temas pesqueros.
Los resultados del modelo de Kaschner revelaron que cerca del 80% de las operaciones pesqueras ocurre en regiones donde la sobre posición geográfica con mamíferos marinos es muy baja y el 99% de los alimentos de los mamíferos marinos se encuentra en áreas donde la explotación pesquera es menor. Al respecto, Kaschner declara que “no pareciera que los mamíferos marinos tengan algún impacto en la industria pesquera”.
Fuente: New Scientist