El siguiente resumen de la descripción realizada por van der Does acerca sobre la matanza de una ballena azul evidencia la crueldad inherente a las operaciones balleneras y el nivel de sufrimiento que padecen las ballenas, que con fines “científicos” o comerciales continúan siendo cazadas en la actualidad por un puñado de naciones. Los tiempos habrán cambiado y la tecnología habrá mejorado, pero el padecimiento que enfrentan las ballenas continúa siendo muy similar a principios del siglo pasado, pudiendo llegar a padecer horas antes de morir.
Extracto del libro Tormentas, Hielo y Ballenas (Willem van der Does).
El agua no permitió al arponero ver dónde había impactado el arpón. Después que la nube de pólvora se disipó con el viento, finalmente pudo ver que éste se había clavado demasiado arriba en el colosal cuerpo de la ballena, hiriendo sólo los tejidos.
El animal se mantuvo inmóvil por unos segundos hasta que escuchamos una explosión ahogada y un shock recorrió el gigantesco cuerpo: la granada había explotado.
Uno de los barcos auxiliares rápidamente navegó en dirección al cuerpo de la ballena pero ésta inesperadamente comenzó a convulsionar y posteriormente levantó su enorme cola – que pasó rozando al arponero – para luego perderse en las profundidades del mar.
Para los balleneros, la ballena estaba asegurada y a pesar que no se encontraba mortalmente herida era sólo cosa de tiempo y paciencia para dominarla.
El animal nadó con rapidez hacia el fondo del mar, esperando liberarse de la cosa que le causaba tan tortuoso dolor.
Después de unos momentos la línea que unía el arpón a la ballena se tensó y la embarcación comenzó a navegar empujada por la fuerza del cetáceo hasta alcanzar una velocidad de ocho nudos. El motor se encendió y se colocó en reversa para someter a la presa a un mayor esfuerzo con el fin de dejarla exhausta lo más rápido posible. Por suerte para nosotros el animal nadó hacia el océano y no hacía el hielo. En su confusión, el animal herido, desesperado como debía encontrarse por el dolor, podría haber elegido la protección de los hielos. Pero no pensó en sus enemigos nadando enceguecidos detrás de ella, sino en escapar del quemante dolor y alejarse lo más rápido del lugar donde se le había clavado esa horrible cosa.
Tras varios minutos, el gigantesco soplo de la agotada ballena se levantó por los aires y se sumergió para seguir arrastrando la embarcación ballenera. Sólo después de un largo rato, el animal comenzó a dar signos de agotamiento, soplando con menos fuerza y nadando más lentamente. Pero a pesar que el motor de la nave se mantenía encendido a media potencia y en reversa, la ballena siguió remolcando la nave por más de una hora a una velocidad de cinco nudos en un mar agitado.
Inesperadamente la ballena, agotada, comenzó a flotar en la superficie, silenciosa e inmóvil. Pero la parálisis temporal duró poco y el cetáceo, enloquecido por el dolor, golpeó su cuerpo con fuerza contra el agua. Olas de sangre salían de la herida, que se había enterrado más en el colosal cuerpo. La espuma sangrienta levantada por el viento cayó como lluvia roja sobre la embarcación. El gigante cuerpo se revolvía a causa de fuertes convulsiones en una piscina de espuma rojiza.
Y la sangre continuó escapándose por la herida que la granada había ocasionado a la ballena. Con las fuerzas que aún le quedaban golpeó violentamente su cuerpo a la derecha y a la izquierda y se retorció en toda clase de curvas para sacarse esa cosa que quemaba su cuerpo como fuego.
En una oportunidad incluso saltó, sacando todo su cuerpo completamente del agua, cien mil kilos de huesos, carne y grasa, sólo para caer de espalda con un tremendo golpe. Parecía como si una gigantesca bomba hubiera explotado; la espuma alcanzó el mástil.
Esta horrorosa batalla contra la muerte continuó por más de un cuarto de hora. La criatura ya no trataba de huir de la embarcación o del arpón; buscaba alejar a la muerte con sus últimas fuerzas, la cual sentía aproximarse.
Gradualmente los movimientos retorcidos del leviatán se debilitaron y finalmente el gigante herido de muerte flotó completamente quieto en la roja superficie del mar.
La lucha contra la muerte de este enorme animal fue terrible de observar, por sobre todo porque a pesar de sus increíbles dimensiones, en realidad estaba completamente indefensa. Tales escenas siempre fueron repulsivas, y nunca fui capaz de animarme a elegir este sangriento drama como el tema de una pintura. Era demasiado cruel para ello.
Traducción y resumen: Centro de Conservación Cetacea