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Nuevo estudio refuerza el rol de las ballenas en el almacenamiento de carbono

Un reciente estudio publicado en PloS evidencia que la matanza de ballenas realizada durante la ballenería industrial moderna alteró la capacidad del océano de almacenar dióxido de carbono, uno de los principales responsables del cambio climático.

Un grupo de investigadores marinos norteamericanos de la Universidad de Maine, Columbia Británica y el Instituto de Investigación del Golfo de Maine han descubierto la caza de ballenas y sobre explotación marina realizada por décadas por la industria ballenera y pesquera serían los responsables de alterar la habilidad de los océanos para almacenar y secuestrar dióxido de carbono (CO2).

De acuerdo a Andrew Pershing, líder de la investigación, una sola ballena contiene inmensas cantidades de CO2 que sólo son excedidas por las especies más grandes de árboles. Por ejemplo, un siglo de operaciones balleneras industriales, equivaldría a la combustión de más de 283 millones de kilómetros cuadrados de bosques temperados o el uso continuado de 28 mil vehículos todo terreno (SUVs) durante 100 años.

“Generalmente creemos que el almacenamiento de dióxido de carbono sólo se produce en pantanos de turba, árboles y praderas, y no en animales. Pero al extraer ballenas, tiburones y otras especies de grandes peces del mar, hemos reducido la cantidad de CO2 almacenada en estas especies” afirmó Pershing. De acuerdo a los investigadores, la conservación de especies vertebradas y de los individuos más grandes de estas especies debería ser una prioridad de conservación.

Los resultados del estudio sobre los impactos de la ballenería industrial en el ciclo del carbono en el océano fueron publicados la semana pasada por la Biblioteca Pública de las Ciencias (PloS por sus siglas en inglés).

A pesar que la fertilización artificial del océano con hierro se encuentra en discusión como una posible medida para aumentar la capacidad del océano de secuestrar CO2 de la atmósfera, los investigadores afirman que la recuperación de las poblaciones de ballenas así como de grandes especies de peces sería mucho más eficiente para cumplir con este objetivo.

“La gran sorpresa la encontramos comparando el carbono exportado mediante el hundimiento de cuerpos de ballenas muertas y la fertilización artificial con hierro” afirmó Pershing, cuya investigación conteo en el apoyo de la NASA y la Fundación Nacional de Ciencia. “Si todas las ballenas que solían existir antes de la ballenería vivieran ahora podrían remover anualmente la misma cantidad de carbono que 200 de los acontecimientos más eficientes de fertilización con hierro. Lo que eso nos indica es que podemos capturar cantidades significativas de CO2 conservando la biodiversidad del océano, protegiendo las ballenas, las especies más grandes de peces y los tiburones”, agregó Pershing.

Las células muertas de las pequeñas algas que conforman la base de la red trófica marina, conocidas como fitoplancton, son el mecanismo primario para la remoción de carbono del la zona eufótica o capa más superficial y mejor iluminada del océano que abarca hasta los 80 m de profundidad. Los vertebrados marinos juegan un rol mucho menor en el traslado y almacenamiento de carbono orgánico e inorgánico del ecosistema oceánico. Sin embargo, los investigadores advierten que sus contribuciones no deben ser subestimadas considerando la eficiencia metabólica inherente a los animales mayores.

Una ballena azul, o alfaguara, tiene una biomasa aproximada de 90 toneladas, con nueve toneladas de carbono almacenado en sus tejidos. “Sólo las grandes especies de árboles contienen más carbono”, sentenció Pershing.

Comparado con la estimación de vida del fitoplancton, que es sólo de algunos días, las ballenas y las grandes especies de peces viven varias décadas. El CO2 acumulado en sus cuerpos es secuestrado de la atmósfera durante toda la vida del animal. Debido a su potencial de almacenarlo por décadas, los grandes cetáceos como las ballenas son comparables a los árboles.

Adicionalmente, debido a su gran tamaño y pocos predadores naturales, las ballenas y otros grandes vertebrados marinos son altamente eficientes en exportar carbón desde las aguas superficiales al fondo del océano. Al morir por causas naturales, sus cuerpos se hunden en las profundidades del océano, transportando consigo el CO2 almacenado en sus tejidos, lejos de la atmósfera.

Con el fin de estudiar las consecuencias de la extracción masiva de grandes animales marinos del océano en la habilidad del océano para almacenar CO2, los investigadores reconstruyeron las poblaciones de ballenas antes de la industria ballenera moderna, incluyendo a la ballena azul, cuyos números fueron reducidos en más de 99% en el Océano Austral.

Los investigadores estimaron que durante un periodo de 100 años de operaciones balleneras se removieron 23 millones de toneladas de CO2 de los ecosistemas marinos, por lo que las poblaciones actuales de ballenas almacenan sólo un 15 por ciento del CO2 que capturaban antes la industria ballenera.

Fuente: Physorg.com