Mientras aumenta el debate sobre la propuesta de negociación de la Comisión Ballenera Internacional (CBI) que busca levantar la moratoria sobre la caza comercial y legitimar la captura de ballenas en el Santuario del Océano Austral, una publicación científica recientemente divulgada en Fish and Fisheries, demuestra que la protección de estos mamíferos marinos favorece la reducción de dióxido de carbono (CO2).
En efecto, las heces o caca de las ballenas que navegan aguas antárticas pueden aumentar la capacidad de almacenamiento de CO2 del Océano Austral. Esto se debe a que los excrementos de estos gigantes marinos contienen inmensas cantidades de hierro y este elemento promueve el crecimiento de algas microscópicas conocidas como fitoplancton. El fitoplancton conforma la base de la red trófica o alimenticia marina, por lo que su abundancia es fundamental para sostener la vida de todas las especies que habitan el océano.
Un estudio realizado por la División Antártica Australiana (DAA) descubrió las enormes cantidades de hierro contenidas en las fecas de ballenas. De acuerdo al director del equipo científico de la DAA, Stephen Nichol, antes del exterminio masivo de ballenas por parte de la industria ballenera antártica, las heces de ballena aportaban cerca del 12 por ciento del hierro en la superficie del Océano Austral.
El hierro es crucial para la salud del océano porque el fitoplancton depende de él para crecer. Por lo tanto, proteger las ballenas del Océano Austral es fundamental para mantener niveles de hierro que sostengan poblaciones saludables de estas minúsculas algas que cumplen un rol significativo en la captura de CO2.
La investigación australiana además evidencia que el kril antártico – un crustáceo similar a un camarón que se alimenta de fitoplancton y que constituye la principal fuente de alimento para las ballenas en el Océano Austral – concentra el hierro del fitoplancton en sus tejidos.
Estudios previos ya sugerían que las ballenas reciclan el hierro al alimentarse de kril y retornarlo al océano a través de sus heces para que sea utilizado por el fitoplancton. Sin embargo, la investigación de la DAA es la primera en confirmar las significativas cantidades de hierro contenidas en el excremento de estos grandes cetáceos.
Las muestras analizadas en la investigación demuestran que las fecas de ballena contienen 10 millones de veces más hierro que las aguas marinas antárticas. También confirma que la mayoría del hierro encontrado en las fecas de ballenas proviene del kril consumido por los cetáceos.
Utilizando estimaciones poblaciones de ballenas antes de la ballenería comercial, el estudio sugiere que estos mamíferos marinos alguna vez consumieron cerca de 190 millones de toneladas de kril al año, produciendo más de 7,500 toneladas de heces enriquecidas con hierro.
Como resultado, las históricamente abundantes concentraciones de ballenas en el Océano Austral habrían producido inmensas cantidades de hierro que a su vez produjeron mayores poblaciones de fitoplancton y subsecuentemente, de kril.
Considerando que el kril antártico constituye el principal alimento de peces, aves y mamíferos marinos que habitan la antártica, el aporte de hierro contenido en las heces de ballena resulta clave para el funcionamiento del ecosistema marino del Océano Austral.
El estudio derrumba las argumentaciones de Japón, principal nación interesada en reanudar la industria ballenera antártica, que afirman que la protección de las ballenas no es un tema válido pues se sustenta en razones emocionales o imperialistas. Por el contrario, el estudio destaca el rol ecológico específico que tienen las ballenas en los océanos, “más allá de su carisma”.
Implicancias de la Reanudación de la Ballenería Antártica
La mayoría de las especies de ballenas del Océano Austral se encuentran clasificadas En Peligro por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN), debido a que fueron llevadas al borde de la extinción por la caza comercial de ballenas y muchas de ellas, como la ballena azul o la ballena de aleta, están lejos de recuperarse.
Un ejemplo de lo devastadora que es la ballenería pelágica, es el número de ballenas azules que actualmente navegan las aguas del Océano Austral. La población actual de alfaguaras en la antártica continua siendo menor al 1% de la población estimada antes de la ballenería antártica.
Gracias a investigaciones como la de la DDA, se está comenzando a comprender el nivel de desequilibrio ecológico producido por la masiva eliminación de ballenas en la antártica durante el siglo pasado por parte de la ballenería comercial.
Los resultados de la investigación australiana evidencian la enorme responsabilidad que tienen los miembros de la Comisión Ballenera Internacional al abordar la eventual reanudación de la caza comercial de ballenas en el Océano Austral durante el próximo mes de junio en Marruecos.
Las naciones de la CBI tienen la obligación de asumir seriamente las consecuencias negativas a largo plazo que tendría tanto para las ballenas como para la red trófica marina y la capacidad de absorción de CO2 del Océano Austral, la adopción de una propuesta que abre una vez más las puertas a la ballenería industrial antártica.
En particular, Chile – como nación con intereses directos en el continente blanco y bajo cuyo liderazgo se encuentra el actual proceso de negociación de la CBI – tiene el deber de garantizar la protección permanente y efectiva de las ballenas en el Océano Austral, apoyando la iniciativa australiana en la CBI que busca cerrar definitivamente todo tipo de operaciones balleneras en el Santuario de Ballenas Austral.
Fuente: CCC, Fish and Fisheries