Nadar con delfines en cautiverio se ha convertido rápidamente en una de actividad de gran popularidad alrededor del mundo. Las supuestas propiedades terapéuticas para los humanos que interactúan con delfines también es promovida por un creciente numero de establecimientos, a través de las conocidas “terapias con delfines” o “terapias asistidas con delfines” que ofrecen alivio a enfermedades y discapacidades mentales. El éxito de este negocio podría entenderse por el cariño y la simpatía que las personas sienten hacia especies carismáticas como los delfines y su deseo de estar cerca de ellos.
Sin embargo, la publicación aparecida en el British Medical Journal, omite información importante que los visitantes deberían considerar antes de asistir a programas de nado o terapias con delfines. En primer lugar, la publicación hace referencia a la importancia que tiene para el ser humano la interacción con la naturaleza, pero debido a que animales aludidos en el estudio no se encuentran en libertad sino en cautividad, su conducta y comportamiento son radicalmente distintos a la que demuestran en su ambiente natural, por lo que la aproximación a la naturaleza no es real sino artificial. Los delfines en libertad suelen nadar cientos de kilómetros diariamente, mientras que en cautividad se ven forzados al ocio en un ambiente artificial donde su comportamiento es totalmente controlado por humanos. Por lo tanto, la conducta expresada por los delfines en cautiverio responde a órdenes de sus entrenadores y no reflejan el complejo comportamiento natural que tendrían en libertad. En cautiverio, los delfines se ven obligados a interactuar con especies que normalmente evitan estando en libertad y cuya presencia puede provocar estrés, agresiones entre los miembros de su especie e incluso ataques a humanos.
El informe también omite diversos estudios e investigaciones que demuestran los impactos negativos que el cautiverio tiene sobre las especies de cetáceos. En 1985 el Comité de Bienestar Animal del Senado Australiano entregó un informe que concluía que los delfines en cautividad sufren altos índices de estrés, conductas anormales, altas tasas de mortalidad, menor expectativa de vida y problemas respiratorios. Otra investigación realizada por la Asociación Internacional de Mamíferos Marinos en 1997 reveló que la expectativa de vida de los delfines nariz de botella y orcas es significativamente menor que semejantes de su misma especie en libertad. En 2001, un informe realizado por el Laboratorio de Mamíferos Marinos del Museo Argentino de Ciencias de Buenos Aires, Argentina y la organización mexicana Conservación de Mamíferos Marinos, expuso los impactos negativos sobre las poblaciones silvestres de delfines sujetas a capturas para abastecer la industria del cautiverio, el sufrimiento animal de los ejemplares mantenidos en parques marinos mexicanos y las altas tasas de mortalidad de los delfines cautivos.
Adicionalmente, el estudio omite que la interacción entre humanos y delfines en cautividad – como nadar, alimentar o acariciar a los animales – puede ser riesgosa tanto para las personas como para los delfines, debido a posibles agresiones generadas por el confinamiento obligado de los animales y la posible transmisión de enfermedades entre humanos y delfines y viceversa.
Por otra parte, muchos de los delfines utilizados en estos programas provienen de la vida silvestre, desde fueron capturados y transportados (muchas veces miles de kilómetros desde su lugar de origen) para ser encerrados de por vida en tanques reducidos que no pueden reflejar en lo más mínimo las condiciones y los estímulos de su hábitat natural.
Los delfines son mamíferos marinos perfectamente adaptados a las condiciones oceánicas. Mantenerlos confinados y obligarlos a interactuar con humanos puede tener graves consecuencias, como lo revela un reciente estudio realizado en EE.UU. por la Whale and Dolphin Conservation Society sobre interacciones entre delfines en cautividad y seres humanos, que incluye un considerable registro de conductas agresivas de parte de los delfines hacia los nadadores como mordiscos, empujones y coletazos. El estudio también expone el potencial de transmisión de enfermedades entre delfines y humanos, por lo que concluye haciendo un llamado a las autoridades gubernamentales para regular estrictamente esta actividad y resguardar la salud y el bienestar tanto de los nadadores como de los animales cautivos.
Fuente: WDCS