Cada año al iniciarse la reunión del Comisión Ballenera Internacional (CBI), nuevos artículos acerca de la caza comercial de ballenas llenan las portadas de los diarios en Japón. Los medios de comunicación son una industria controlada principalmente por el gobierno nipón, de modo que durante ese periodo el pueblo japonés debe enfrentarse a reportajes unilaterales y altamente parcializados.
Generalmente la controversia por la caza de ballenas, es aceptada como un conflicto de intereses entre Japón y los países occidentales. Aquellos que apoyan la caza de ballenas argumentan que el conflicto es entre el pueblo japonés – quienes desean de mantener lo que ellos denominan ‘tradición cultural’ – y los occidentales, quienes no comprenden culturas diferentes y desean imponer sus valores culturales sobre otros.
Por otro lado, otros argumentos afirman que Japón es un “depredador del medio ambiente”, o que se comporta como una “banda de gansters”, degradando continuamente el medio ambiente en nombre de la optimización de los recursos y presionando a grupos medioambientalistas nacionales para que guarden silencio. También existen otros argumentos que cuestionan si el hábito de comer ballena es realmente una tradición y no una estrategia del gobierno nipón para legitimizar la caza comercial en nombre de una tradición gastronómica. Pero es importante comprender que clasificar al pueblo japonés como “depredador del medio ambiente” u otros términos similares sólo empeora el problema existente en el tema ballenero.
Cuando se ve enfrentado a fuertes críticas conservacionistas, la opinión general del pueblo japonés sobre ballenería no incluye argumentaciones como ‘la conservación de ballenas está yendo demasiado lejos’, o ‘las naciones occidentales están imponiendo sus valores culturales’. Es evidente que el pueblo japonés es quién debe resolver el problema de la caza de ballenas y delfines. A partir de este punto, tendremos que cambiar el centro de la discusión de ‘un conflicto entre Japón y las naciones occidentales en contra de la ballenería’, a ‘un conflicto entre los defensores del desarrollo industrial y la explotación, y los defensores de la protección del medio ambiente’. Bajo este contexto podremos construir el camino de una discusión objetiva en Japón.
LA SUSTITUCIóN INTELEGENTE
Recientemente, el documental titulado “El Motivo Subyacente en la Conservación de Tortugas Marinas/Después de la Confusión Causada por la Política Económica de la Gran Nación”, obtuvo el premio “Galaxy Award”, otorgado por la Asociación de Medios de Comunicación de Japón. El contenido de la película es principalmente una crítica a las redes ecológicas camaroneras y la explotación de tortugas de mar en relación a los problemas económicos de Cuba. En otras palabras, el documental es un reportaje que ejemplifica la ‘sobre protección ambiental’.
La película argumenta que los pescadores de Sudoeste Asiático están sujetos a crecientes presiones económicas debido a la introducción de las recientemente desarrollas redes camaroneras ecológicas, las cuales evitan que las tortugas marinas queden atrapadas accidentalmente. El segundo tema del documental, se refiere al comercio internacional de tortugas de Carey y las sanciones económicas de Estados Unidos (EE.UU.) a Cuba. En base a estos dos puntos, la película intenta demostrar cómo las naciones conservacionistas se benefician de los problemas ambientales padecidos por países más pobres para ganar dinero, utilizando argumentaciones que ‘carecen de credibilidad científica’; y cómo EE.UU. busca métodos para manejar este tipo de situaciones con el fin de dominar la economía global.
De acuerdo al documental, las redes ecológicas camaroneras o ‘libres de tortugas’ podrían haber ocasionado una reducción en el número de camarones atrapados, como también podrían haber aumentado la influencia negativa que EE.UU. mantiene sobre pequeños países en desarrollo.
Sin embargo, el dilema principal es si el ser humano tiene la capacidad de resolver el conflicto oriente-occidente en términos del uso de los recursos naturales – tanto comercialmente como de una forma sustentable – que respete los esfuerzos internacionales realizados a favor de la conservación de especies amenazadas y en peligro. Lamentablemente el documental no brinda la oportunidad de discutir sobre este punto.
Incluso el propio director de la obra aparece en la pantalla declarando que ‘EE.UU. ha engañado a la Convención para el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora (CITES), con el fin de evadir la critica internacional por el uso de agentes defoliantes químicos durante la guerra de Vietnam’. Cada vez que se discute la conservación de las ballenas, surgen argumentos caracterizados por retóricas anacrónicas como que ‘los EE.UU. se opone a la caza de ballenas para ocultar la perpetración de sus propios crímenes ambientales en Vietnam’. Lo cierto es que la protección de las ballenas o la vida silvestre en general y los antiguos conflictos políticos de EE.UU., tendrían que ser discutidos individualmente. Pero estos dos argumentos son reemplazados el uno por el otro intencionalmente. Observando esta sustitución de argumentos, la población japonesa de edad media y avanzada – quienes han apoyado el crecimiento económico generado después de la Segunda Guerra Mundial – podrían sentirse aliviados y decir ‘yo no soy culpable de esta situación’. El objetivo del gobierno japonés entonces habría sido cumplido.
En lugar asumir seriamente los problemas ambientales y presentar las medidas necesarias para solucionarlos, el documental simplemente se opone a las naciones occidentales sin hacer un análisis mas profundo del tema y concluyendo que los medios occidentales se han impuesto sobre la cultura nipona.
JAPONESES Y BALLENERIA
La industria ballenera argumenta que el consumo de carne de ballena en Japón forma parte de una tradición cultural ancestral. Sin embargo, sólo después de la Segunda Guerra Mundial (1946) y debido a una aguda escasez de alimentos, la nación nipona inició actividades balleneras industriales en el Océano Austral.
Las poblaciones de ballenas ya estaban declinando cuando Japón inició la ballenería industrial. Con el fin de convertirla en una actividad económica rentable, el gobierno nipón adquirió embarcaciones balleneras extranjeras que ya no eran utilizadas (debido a la poca rentabilidad de la actividad) por naciones que solían respaldar la caza comercial.
Durante el periodo de escasez de alimentos, la carne de ballena se convirtió en una fuente de proteínas muy económica en comparación a otras carnes. Pero cuando el comercio de otras carnes se reactivó, el consumo de carne de ballena bajó rápidamente y para 1950, Japón ya presentaba un problema de sobre oferta del producto. Sin embargo, la industria ballenera jamás detuvo su expansión y el exceso de carne de ballena pasó a formar parte de las raciones alimenticias escolares.
Además la industria desarrolló técnicas para procesar la carne de ballena con el fin de hacerla mas atractiva para el público. Una de los productos elaborados es la ‘vienesa de carne de pescado’, la cual está preparada principalmente de carne de pescado y un porcentaje de carne de ballena para otorgarle un gusto similar a la carne roja.
Las vienesas solían utilizar preservativos como el AF2, el cual permitía el transporte de la carne a temperatura ambiente (actualmente no se utiliza debido a que se sospecha que podría causar deformidades en el feto y tener un impacto negativo en la salud humana). De esta manera, la vienesa de pescado alcanzó las poblaciones más pobres y alejadas, extendiéndose finalmente por todo Japón. Y así, la gran industria ballenera construyó, estableció y expandió las bases de su legitimidad y viabilidad.
Actualmente, la industria ballenera argumenta que ésta ha declinado a causa de la moratoria a la caza comercial, impuesta por la CBI en 1986. Pero la historia demuestra que la industria ballenera se ha visto obligada a cazar cada vez ballenas de menor tamaño – como la ballena minke – debido a la falta de individuos de especies más grandes como la ballena azul, de aleta, jorobada y también el cachalote. La historia de la ballenería comercial demuestra que la sobre explotación y la caza indiscriminada de ballenas son los verdaderos responsables de la crisis de esta industria.
ARGUMENTOS DEL GOBIERNO JAPONES Y LA INDUSTRIA BALLENERA
Son bastante ambiguas las razones entregadas por Japón para continuar la caza de ballenas. Una de ellas es que la caza comercial es un escudo de la industria pesquera pelágica; si Japón cede ante la presión internacional y detiene la caza de ballenas, toda la estructura de la industria pesquera nipona colapsaría. Detrás de este pensamiento existe el temor que la industria sufra una especie de efecto dominó, cuyo próximo paso podría resultar en la reducción de las operaciones de pesca atunera, que cuenta con un lucrativo mercado a nivel mundial. Pero en términos económicos, la actividad ballenera tiene mayores desventajas que ventajas para el país oriental. Recientemente, la industria ha justificado su existencia argumentando que la ballenería y el hábito de comer carne de ballena es una tradición cultural japonesa. Esta afirmación es altamente cuestionable, debido a que la demanda por carne de ballena ha disminuido en el mercado doméstico, en parte por los altos precios del producto y porque su consumo es considerado inaceptable por una parte importante de la población.
A pesar de esto, varios editores de los principales diarios del país y científicos ‘expertos’ han realizado campañas y declaraciones públicas donde sostienen su ‘liberal’ punto de vista y exhortan a la población a ‘no ceder ante las presiones foráneas’. Estas palabras llegan con facilidad a sentimiento ciudadano, disipando cualquier reserva que la población pudiera tener. Irónicamente, detrás de estas acciones se destacan dos puntos: la industria de la ballenería es un tema totalmente ajeno a la vasta mayoría de los japoneses y las campañas realizadas han despertado la envidia y antipatía de los japoneses hacia las naciones occidentales, principalmente Estados Unidos.
También existe un alto grado de confusión entre el pueblo japonés debido a las declaraciones del gobierno y la industria pesquera. Si la ballenería realmente es una actividad tradicional, su práctica debería restringirse exclusivamente a áreas costeras, pero no es así; Japón continua cazando en aguas internacionales. Incluso durante la reunión de la CBI en 1996, Japón fue el primer país en oponerse a la Propuesta Irlandesa que establece que ‘con excepción de la caza costera, la ballenería pelágica debería ser abolida gradualmente’. Si Japón insiste que la caza y consumo de ballenas es parte de su cultura tradicional, entonces no debería tener ningún problema en aceptar fácilmente la Propuesta irlandesa.
Otro argumento utilizado frecuentemente por el gobierno y la industria pesquera japonesa es que ‘la posible extinción de las ballenas es sólo una idea exagerada de grupos ambientalistas que se oponen a la ballenería, ya que las ballenas han aumentando en numero como cucarachas, especialmente la ballena minke, las cual es responsable de consumir el alimento de las ballenas azules’. Estas declaraciones son especialmente graves si se considera que la mayoría del pueblo japonés, poco involucrado en temas balleneros, cree fácilmente en ellas y opina que ‘si el número de ballenas está aumentando tanto, entonces está bien capturarlas’. Incluso el gobierno nipón ha declarado públicamente que ‘las poblaciones de ballenas en aumento podrían destruir el ecosistema marino’. Esta postura que podría parecer ridícula – incluso para aquellos con poco conocimiento sobre biología marina – es adoptada seriamente por los medios de comunicación japoneses para justificar la caza comercial de ballenas. Muchas personas creen en el argumento japonés que afirma que ‘las ballenas comen cinco veces más alimento que los humanos, por lo que son responsables del colapso de la industria ballenera’ (esta afirmación entrega una idea del sistema educacional japonés). No sólo Japón aplica estas tácticas con objetivos obviamente propagandísticos, Canadá también cuenta con argumentos similares para justificar la pesca comercial.
Argumentos de este tipo son promovidos continuamente por la industria pesquera y el gobierno de Japón: ‘no es justo que el numero de países conservacionistas sea mayoría en la CBI’; ‘la CBI está encargada de la administración de la caza comercial de ballenas, por lo que es ilegal oponerse a ella’; ‘las sanciones económicas norteamericanas son sólo una discriminación social’; ‘Estados Unidos está destruyendo los bosques a través de McDonalds, cazar ballenas es bueno para el medio ambiente’, etc.
Estas argumentaciones están erradas desde la base. El gobierno de Japón parte asumiendo que tiene el derecho a cazar ballenas, pero actualmente existen diversos puntos de vista sobre el problema de la ballenería en Japón.
ALTOS NIVELES DE SUSTANCIAS QUIMICAS VENENOSAS EN LA CARNE DE BALLENA
En el otoño de 1999, científicos japoneses, ingleses y norteamericanos presentaron un informe sobre el “Simposio sobre Toxicología y Medio Ambiente”, que demuestra los altos niveles de PCBs y mercurio contenido en la carne de ballena a la venta en el mercado japonés. En el informe, los científicos exigen al Ministerio de Salud y Bienestar, y otras oficinas gubernamentales, que alerten a la población sobre los riesgos a la salud al consumir carne de cetáceos.
El alto grado de contaminantes se registró en carne, grasa y comida enlatada de cetáceos comprados en seis supermercados, tiendas por departamentos y pescaderías de seis prefecturas. De 130 muestras recolectadas, 116 identificaron altos niveles de metales pesados como mercurio y cadmio, y compuestos de sustancias orgánicas como PCB y DDT.
Las muestras recolectadas también incluían carne de delfines. La Agencia Nacional de Pesca de Japón permite la matanza de más de 20 mil delfines al año. La carne de delfín obtenida es vendida comúnmente como carne de ballena, ya que después de la moratoria el precio de esta carne incrementó de tal manera que los pescadores locales comenzaron la caza de delfines para venderla fraudulentamente como carne de ballena en el mercado local. Esta situación es preocupante si se considera que los niveles más altos de contaminación se detectaron principalmente en especies de delfines. Una de las muestras registró niveles de contaminación 1000 veces superior a lo permitido para el consumo humano. También se registraron altos niveles de PCB – no sólo en la carne de ballenas costeras – sino también en ballenas capturadas en aguas pelágicas. La contaminación en delfines costeros resultó ser preocupantemente alta.
Ante esta situación, se creó Safety First (Seguridad Primero)- organización no gubernamental japonesa dedicada a la protección del derecho del consumidor – con el objetivo de informar al gobierno, la industria pesquera y la población, los peligros del consumo de carne de ballena. El gobierno no estuvo dispuesto a colaborar, argumentando que la carne de ballena no es de consumida comúnmente en Japón. En una entrevista dada al diario nipón Mainichi Shinbun, el encargado del Departamento de Pesca de Japón aseguró que el consumo normal de carne de ballena en Japón es menor a 1 gramo por persona al año. Esto se contrapone con las argumentaciones pro-caza comercial emitidas por el mismo gobierno japonés.
Aunque el consumo de carne de ballena sea bajo, ello no significa que no existan ciertas zonas donde la carne es comercializada y consumida con regularidad. Este hecho involucra un riesgo para la población, especialmente para las mujeres embarazadas. Por ejemplo, el gobierno de Dinamarca (consumidor de carne de delfín en ciertas localidades) ha realizado estudios formales que demuestran que agentes tóxicos como el mercurio afectan el desarrollo del cerebro del feto. Es de gran importancia que esta información sea entregada de manera masiva a la población en riesgo. Sin embargo, la industria ballenera afirma que esta información es otra invención de grupos ambientalistas.
EL FUTURO DEL TEMA BALLENERO
No podemos afirmar que el número de ballenas esté aumentado realmente, sin embargo, es bastante difícil responder a preguntas como ‘¿por qué no podemos cazar un pequeño número de ballenas’ o ‘queremos recibir información científica que justifique la posición en contra de la caza de ballenas’. Quienes sostienen estas argumentaciones tratan de defender derechos que consideran esenciales y es muy difícil intentar cambiar ese pensamiento. El gobierno de Japón se aferra a la idea que ‘los recursos marinos no pertenecen a nadie, de manera que están a disposición de quienes los utilicen primero’.
Esta lógica no hace diferencia entre aguas territoriales e internacionales. El comentario dado por el secretario Masayuki Komatsu, durante la última reunión de la CBI en 2000, resumió claramente las posición mental y política de gobierno japonés: ‘Al final todas (las ballenas) morirán, las cacemos o no…No creen que eso sería un desperdicio?, todas ellas se convertirán en basura del océano si las desperdiciamos’ (donde desperdiciar significa no utilizar las ballenas para el consumo humano o la producción de productos derivados de la caza comercial).
Las aguas internacionales no pertenecen a la industria ballenera sino al mundo entero. El concepto de controlar la naturaleza, en este caso a través de un sistema de cuotas de captura de ballenas, ha demostrado ser una amenaza al medio ambiente global. Permitir la caza comercial, incluso a pequeña escala, abrirá nuevos mercados y aumentará las operaciones piratas y el trafico ilegal de productos de ballena.
El pueblo japonés es el único responsable en este tema; es él quien debe esforzarse para cambiar la realidad actual y poner fin definitivamente a la caza de ballenas; no esperar que los cambios sean generados por presión internacional.
Afortunadamente, actualmente muchos jóvenes en Japón han iniciado una relación positiva con los cetáceos, participando activamente en el Turismo de Observación de Cetáceos y protegiendo individuos varados ocasionalmente en la costa. Son ellos quienes deben comprometerse más activamente y protestar por la caza de ballenas en aguas internacionales para, en un futuro cercano, poner fin a la caza y comercialización de las ballenas y delfines en Japón.
Agradecemos a Elsa Peñuela por su colaboración en la traducción de este artículo.