La ballena azul, el animal mas grande que jamás haya vivido en la Tierra, es colosal en todos los aspectos, incluyendo, hay que decirlo, en el tamaño de sus excrementos. Cuando una ballena azul hace caca, lo hace en grande.
Este increíble evento fue recientemente capturado por la cámara de Eddy Kisfaludy, biólogo marino y consultor oceanográfico, mientras realizaba una inspección aérea en la costa del Sur de California donde pudo registrar una agrupación de 40 ballenas azules.
Las aguas ricas en kril – diminutos crustáceos de intenso color rojizo de los cuales se alimentan las ballenas azules – se hace evidente desde el aeroplano gracias al brillante color naranja de las heces de las ballenas. Aunque es difícil juzgar su tamaño por las distancia, la escala el depósito fecal es casi tan largo como una ballena azul adulta (25 a 30 metros).
Las heces de ballenas azules podrían ser las masas de excremento más grande el mundo. También podrían ser el factor más importante de una línea de investigación desarrollada durante los últimos años por científicos marinos que han descubierto que estos gigantes del mar son verdaderos fertilizadores del océano, jugando un rol clave en la descarga de nutrientes y en ciclos de carbono fundamentales para la vida marina.
Al observar la fotografía de Kisfaludy, el investigador de la Universidad de Vermont, Joe Roman, afirmó que “las ballenas y animales marinos pueden fertilizar la superficie del océano, ayudando a generar una mayor producción de plancton, peces y vida marina en general.”
Después de analizar muestras fecales de ballenas jorobadas del Golfo de Maine en 2010, Roman y el zoólogo de Harvard James McCarthy propusieron lo que ellos llaman la “bomba ballena”, un mecanismo que describe cómo las ballenas que se alimentan en lo profundo del océano transportan nitrógeno a las aguas más cálidas de la superficie marina, descargando “floculantes plumas fecales.”
Floculante es la palabra utilizada para describir una agregación de partículas sueltas y esponjosas en la naturaleza. Ésta es una de las razones por las cuales las heces de ballenas flotan. La mayoría de las investigaciones previas se orientaban hacia la fijación de flujos de carbono y nitrógeno en el océano durante su deriva hacia el fondo marino. Sin embargo la “bomba ballena” representa un flujo en la dirección opuesta; una vía hacia la superficie del agua que es continuamente recargada, estimulando el crecimiento del plancton y todas las especies que dependen de él.
Roman y McCarthy calcularon que antes de la ballenería comercial, la “bomba ballena” contribuyó con tres veces más nitrógeno al golfo de Maine que el aportado por otras fuentes atmosféricas. Incluso en nuestros días, cuando sólo sobrevive una pequeña fracción de las ballenas existentes antes de la industria ballenera, la población de ballenas aporta más nitrógeno al Golfo que todos los ríos y corrientes combinados. Tal vez ésta sea una de las razones por las cuales la vida marina en el Golfo de Maine fue una vez tan abundante y los beneficios de la “bomba ballena” podrían no haber finalizado allí.
A medida que las plantas y la fauna marina crecen – y en particular, a medida que el plancton crece – absorben carbono, el cual se precipita y se mantiene en el fondo marino cuando mueren. Ésta es la razón fundamental detrás de la fertilización de la superficie del océano con hierro, una técnica de geo-ingeniería que algunos investigadores creen que podría ayudar a contrarrestar el calentamiento global.
Desde esta perspectiva, las ballenas no solamente son fertilizadoras sino también geo-ingenieras del océano. La investigadora australiana Trish Lavery, de la Universidad Flinders (Australia) estimó que el excremento de los cachalotes en el Océano Austral, secuestra alrededor de 400 mil toneladas de dióxido de carbono al año.
Al respecto, el investigador Andrew Pershing de la Universidad de Maine (EE.UU) afirma que resulta importante preguntarse cómo la abundancia de ballenas altera los ecosistemas. El efecto puede ser enorme, especialmente cuando se considera en términos históricos. Alguna una vez existieron más de 200.000 ballenas azules solamente en el Océano Austral mientras que hoy sobrevive menos de un 1% de la población estimada antes de la ballenería comercial. Lo que sea que hayan aportado al ecosistema se perdió hace varias décadas por lo que recuperar las poblaciones de ballenas podría traerlo de regreso.
Aunque Roman afirma que existen otras especies que también pueden bombear nutrientes a la superficie marina – como gaviotas o focas – ninguna de ellas es tan grande ni tan abundante como lo fueron las ballenas antes de la caza comercial de ballenas. Para Roman, las heces de las ballenas azules “deben tener un impacto significativo en sus ecosistemas”.
Fuente: Wired Science