Un equipo de biólogos ha descubierto que los individuos jóvenes de la especie ballena franca, aprenden de sus madres dónde comer, lo cual aumenta la preocupación de los científicos sobre la habilidad de estos animales para hallar nuevos lugares donde alimentarse si el cambio climático global deteriora sus áreas de alimentación tradicionales.
Los autores del estudio son Vicky Rowntree, Jon Seger y Luciano Valenzuela, los tres de la Universidad de Utah, y Mariano Sironi, director científico del Instituto de Conservación de Ballenas en Argentina.
Una investigación anterior llevada a cabo por Rowntree y sus colegas demostró que cuando las oscilaciones climáticas aumentan las temperaturas marinas, las ballenas francas del sur dan a luz menos ballenatos, pues el agua caliente reduce la abundancia de krill, el conjunto de pequeños crustáceos que sirve de alimento a las ballenas.
En el nuevo estudio se partió de evidencias de isótopos químicos y genéticos para demostrar que las madres enseñan a sus ballenatos dónde buscar el alimento.
Las ballenas francas del sur consumen cantidades enormes de alimentos y se ven obligadas a viajar a grandes distancias para encontrar la cantidad apropiada de presas.
Este estudio demuestra que las madres instruyen a sus hijos en su primer año de vida acerca de a dónde ir para alimentarse en la inmensidad del océano.
En el estudio se hizo un seguimiento de la relación entre las ballenas mediante el análisis del ADN materno, y su comparación con la información dietética obtenida de la caracterización de diferentes formas o isótopos de elementos químicos en su piel.
Las técnicas, usadas juntas por primera vez en un estudio de estas características, permitieron a los investigadores determinar que las ballenas madres, sus crías y otros miembros de la familia comen en el mismo lugar.
Ahora, la pregunta crucial es: ¿Sabrán adaptarse estas ballenas a la situación cambiante y buscar nuevos lugares en los que alimentarse, o por el contrario seguirán acudiendo a los sitios que les enseñaron sus madres, hasta que se mueran de hambre?
Fuente: Universidad de Utah